martes, 10 de diciembre de 2013

Historia de Effy: la construcción de un cuerpo físico y social



Cuando a Elizabeth Chorubczyk le dijeron que ella nunca iba a ser mujer por no menstruar,  respondió de la mejor manera que sabe hacerlo: con una performance. “Nunca serás mujer” se llamó y constó de trece “menstruaciones” que tuvieron lugar durante su cursada en IUNA  entre marzo de 2010 y abril de 2011. El Instituto Nacional del Arte (IUNA) y el Instituto Nacional contra discriminación, xenofobia y racismo (INADI) auspiciaron esta acción que hoy se puede ver en el blog de Elizabeth (http://www.effymia.com/). Para hacerlas, un enfermero le extrajo un litro y medio de sangre que fue dividido y resignificado en esas trece “menstruaciones”. Dejarla caer por su órgano más fértil, su cabeza, hasta una toallita, usarla para cubrir los datos que no la representaban en su DNI, y finalmente volverla tinta para en el espejo donde se refleja escribir SIEMPRE SOY MUJER; estos fueron algunos de los usos para esa sangre que se volvió manifiesto. Hoy Elizabeth Chorubczyk, o Effy como ella se presenta, se recupera de la operación por la cual pasó de tener pene a tener vagina. Según la ley de identidad de género, la operación la tendría que haber cubierto su Obra Social, Grupo Osde (Organización de Servicios Directos Empresarios). No lo hizo.

La Cirugía de Reasignación Genital es un procedimiento reconstructivo en el que se utiliza el aparato reproductor masculino (se usan el pene y escroto, se extraen los testículos) para que mantenga una funcionalidad y estética de vagina. No es una operación para tener ovarios o útero: de hecho, genera infertilidad. La cirugía crea cavidad vaginal, clítoris, labios y orificio. Para el clítoris se usa parte del glande, respetando los nervios ahí concentrados para evitar la pérdida de sensibilidad.
–¿No te daba miedo perder la sensibilidad?
–En mi experiencia personal se intensificaron los placeres, pero también es algo psicológico. Yo no usaba mi pene, de esta forma accedí a conectarme con el placer en mi historia personal.

Effy cuenta que la operación fue muy importante porque al extraer los testículos su cuerpo ya no genera testosterona. “No quería vivir medicada tomando inhibidores”, explica. Evitar esta hormona no sólo afecta en lo físico (vello, contextura, etc.) sino también en estados anímicos y psicológicos, “en tu forma de expresarte, no en tu cantidad de llanto o enojo, pero sí en la manera como sentís, como descargás, como te conectás con la sexualidad”. Su cuerpo hace rato no la generaba porque antes de la cirugía tomaba inhibidores, pero las pastillas y los inhibidores tienen un costo físico y uno económico. La ley de identidad de género que, se supone, garantiza estos tratamientos a todas las personas Trans, no siempre se cumple. Hay burocracias y no hay respuestas (a veces del Estado, a veces de las privadas).

Estamos en el comedor de su casa, en el barrio de Villa Crespo. Hace poco Effy y su hermana se mudaron solas. Como en toda relación de hermanas, tuvieron sus diferencias. Como en la primera fiesta donde Elizabeth decidió ir vestida como Elizabeth. Hubo un tiempo de no hablarse. Hubo una muestra de los trabajos de Effy donde ella asistió a ver lo que su hermana compartía. Hoy la casa es de ellas. Hay pizarras y carteles donde reparten actividades y gastos. Hay una casa que comparten ellas, las hermanas Chorubczyk. Hay familia.

El psiquiatra, sexólogo y urólogo Adrián Helien “atajó” a una Effy que llegó llorando al Hospital Durand. Le explicó que antes de derivarla al endocrinólogo iban a tener que tener charlas, ver su historia personal y familiar, evaluar si tenía la red de contención necesaria para seguir los pasos y definir qué pasos seguirían. Eso fue en octubre de 2009, y recién la derivó en abril del 2010.
–Para mí estuvo buenísimo porque me desaceleró, sino yo ya me estaba operando la cara. Llegué con un gran nivel de angustia.
 En ese momento, para operarse Elizabeth tenía que iniciarle juicio al Estado. La ley recién se sancionó en 2012. El acelere podía llevarla a cualquier lado. El proceso hormonal era reversible; la cirugía, no.
–¿No tenías miedo de arrepentirte?
–No. Cometer errores es una forma de aprender, y no hay peor error que no cometer nada. Es un riesgo que asumí desde un lugar muuuy hablado y trabajado con una contención familiar, de amigos, de pareja. Pienso en el colectivo LGBT y es visible la persona que cuenta con padres y la que no en la adolescencia, la que cuenta con los hijos o no cuando tiene 60 años. No es lo mismo cuando te está rechazando tu familia. Yo tuve la suerte de tener una red para llegar a este momento de esta manera: si no, iba a poner en riesgo mi salud mental.
“Salud” es una palabra que sonará varias veces en la charla. Mientras la tarde se va yendo tras los edificios de Villa Crespo, otra de las palabras que suenan mucho es “familia”. Al momento de hablar de admiración, Effy me nombra a su mamá y su hermana. Todo lo que me cuente de aguante, del estar en el pre y post-operatorio, de las charlas y la contención, de los procesos, todo eso lo puedo entender por lo que viví en una presentación de Effy antes de operarse. Ella nos reunió a todos sus amigos para contarnos lo que se venía, nos pidió que le dejemos una carta para que pueda leer en el post-operatorio (después me contará que pidió menos anestesia para ver algunas durante la intervención) y durante esa juntada su mamá se me acercó y me dijo: “Gracias por acompañarla siempre”. Conocí a Elizabeth en 2011 durante un debate que en Casa Brandon sobre la ley de identidad de género. Redes sociales y algunos cafés de por medio fuimos conociéndonos más, hasta que Effy se hermanó conmigo. El 1ero de diciembre de ese mismo año, me dedicó una de sus performances, me leyó un texto, se cortó los brazos y abrazó mi torso desnudo cubriéndome con su sangre. Por eso, cuando la mamá me quiso agradecer, yo le agradecí a ella por su hija. Mi amiga.

Además de lo fisiológico, la operación de Effy tenía que ver con una comodidad y movilidad de su propio cuerpo. Una seguridad para sí misma.
–Aceptaba el hecho del pene como algo femenino, de hecho no tengo problemas si una persona tiene pene y se define mujer, se define travesti, podría interactuar tranquilamente y no dejaría para mí de ser mujer, travesti o la identidad que asuma. Sí me pasaba que tenía una incomodidad con mi genitalidad, no tenía ganas que nadie la tocara, que nadie la viera. Por ejemplo, en el jean antes con el pene se formaba un bulto y yo me compraba remeras muy largas para tapar, no tenía ganas de que se notara. Ahora que me pongo remeras cortas y el jean todavía tiene la forma del bulto (porque quedó, son mis jeans viejos) camino por la calle y  no me siento desnuda. Si alguien piensa que tengo un bulto... era una operación para mí, no para los demás.
Esto que comparte lo advierto en su look de ahora: jean y una remerita corta, con el pelo largo que le juega por abajo de los hombros con algunas mechas rubias que anticipan el verano, poco maquillaje y nada de joyas, su lunar en la cara, el mentón lejos del esternón, la cara en alto, la sonrisa fuerte. En la charla se nos fue toda la tarde, siempre pasa cuando nos juntamos. Estamos en el comedor y veo un adorno, es una sirena con alas. Effy siempre gustó de jugar, ser una sirena en sus performances. La sirena no tiene pene ni vagina. Effy es real.


Cuando la mirada que construye, nos destruye.

Elizabeth, Effy, va a ser una excelente anfitriona, me va a servir té con galletitas, se va a sentar de mil maneras, ninguna como lo debería hacer una “mujer”, ninguna como lo debería hacer un “hombre”, todas como ella quiera. ¿Por qué las comillas? Ella se va a encargar de marcármelas cada vez que se hable de palabras o conceptos que puedan ser traídos por la inercia e imposición cultural, las va a dibujar en el aire, las va a marcar con los ojos revoleándose, me lo va a hacer notar. No hay sutilezas innecesarias, todo está claro.
Actualmente no tiene empleo fijo, pero siempre está ocupada. Arma cursos, talleres y siempre la invitan a dar charlas para hablar de arte, performance y claro, para problematizar temáticas LGBT.  Una vez dio una charla para futuros fonoaudiólogos en Facultad de Medicina (UBA). Antes que ella habló un especialista que orientaba a chicas Trans para afinar la voz, explicarles qué palabras decir y cuáles no, y hasta contó, jocoso la anécdota de que uno de los guardias del hospital había quedado deslumbrado con una chica trans hasta que la escuchó hablar y se asustó. Por suerte para la platea –la que esté dispuesta a abrir la mente– después habló ella. Los instó a que acompañen a las chicas a encontrar una voz que las haga hablar cómodas en público, una voz que si están siendo abusadas o agredidas pueda expandirse y denunciar. Una voz propia, no una impuesta socialmente. Y todo esto Effy lo cuenta con su voz, una que no es ni femenina, ni masculina, ni trans, ni colectiva, sino propia.
Desde que nos conocimos tenemos rituales. Ella siempre es mi entrevistada favorita. Con esa excusa nos juntamos a tomar café en Starbucks, y ahora en su casa. Nos acompañamos cuando cada uno hace perfos: en centros culturales, en la calle, en marchas y hasta a veces, nos juntamos por las ganas de solo juntarnos. Todas estas perfos, sus opiniones y todo lo que ella puede ofrecer, se puede encontrar en su muro de Facebook: Effy Beth.
Mientras caminaba con ella por las calles de Buenos Aires, unas cuantas veces observé cómo la miraban. Pienso en lo que pasa cuando camino con amigas o con amigos, cuando camino con chicas llamativas o pibes particulares, trato de pensar si hay diferencias, si cuando me visto raro me miran así, si cuando soy yo me miran así. Pregunto. Responde. Effy define esas miradas que recibe en la calle como “deshumanizantes”. Deja de ser un individuo de derecho para volverse una “minitah”, una cosa, algo a lo que se le puede decir algo, que se lo puede tocar, algo que se puede burlar, gritar, ignorar, maltratar. Siente que esto pasa “porque renuncié al privilegio con el que nací, ser un varón hecho y derecho”. Sabe que en la calle no le gritan nada a los homosexuales, que el asunto no tiene que ver con quién te acostás. Le gritan a los afeminados. “Tiene que ver con qué parecés, qué rasgos tomás”. Pero estos maltratos y abusos diarios son tantos que a veces se terminan naturalizando. Effy les hace frente desde su lugar, no siendo una “princesa”, sin modular ni agudizar su voz para así poder denunciar, avasallar a la persona que la está agrediendo. Y lo mismo sucede con su cuerpo: a Effy no le preocupa si alguien lo decodifica como ‘masculino’ . “Me importa tres carajos. Si tengo que estar con las piernas separadas y la espalda más amplia no voy a dejar de hacerlo por lo que vayan a pensar de mí”. Ella se planta.

Ahora la estoy mirando yo, y mi mirada se vuelve pregunta
–¿Por qué no te hiciste los pechos? –me escucho, y prefiero repreguntar:
–¿Por qué deberías hacerte los pechos?
–Conozco muchas mujeres que se hicieron las tetas y perdieron sensibilidad. Cuando me empecé a hormonizar, la sensibilidad en los pechos es lo que más desarrollé y al estar de alguna manera, “disconexa” con mi genitalidad, era mi punto de placer, obviamente que nunca lo voy a poner en riesgo.

En la charla con Effy muchos conceptos van a ser interpelados y problematizados. “Lo ‘masculino’ y  lo ‘femenino’ son construcciones culturales”, plantea.  Llegar a este pensamiento también fue todo un recorrido. Al principio sufría mucho porque sentía que debía operarse la cara, estaba invadida por esa impresión de una quijada muy grande, y demás imposiciones. “Tuve que hacer un trabajo muy fuerte de aceptación”. Romper la binorma (el conjunto de normas impuestas a lo “femenino” y lo “masculino”) también la llevó a entender que la sociedad siempre va a imponer algo y uno tiene que negociar con eso. Jamás se sintió encerrada en ningún cuerpo distinto al suyo:
–Yo estoy en mi cuerpo y este es mi cuerpo; y así como que entendí que este es mi cuerpo, entendí que lo tengo que querer, respetar y que no lo iba a hacer un daño en pos de una negociación trucha con terroristas de Cosmopolitan que me digan que haga tal cosa sino no te van a coger ni te van a dar afecto.

La construcción del nombre propio

Al exponerse tanto puede pasar que le lleguen comentarios cargados de mierda disfrazada de pregunta, como por ejemplo: “Yo no entiendo a las travestis: si no son ni hombres ni mujeres, ¿por qué eligen un nombre femenino? ¿por qué eligen todo lo femenino?”. Pero a esta judía, atea, bisexual, lesbiana, mujer, trans, artista y demás no la engañan las falsas modestias, ella sostiene que a veces, preguntas como esas de “¿por qué?” tienen más que ver con un “No me interesa la respuesta que me des, yo solamente quiero demostrarte que estás equivocada”.
El nombre Effy la acompañó en su transición, ya que al principio usarlo no denotaba un “femenino” o “masculino”. Pero después hubo que explicar que venía del nombre Elizabeth, de un personaje de una serie que a ella le gustaba. Es que ¿cómo iba a transgredir si ni siquiera podía comunicar lo básico? Por esto no suelta la palabra “mujer” y la mantiene a rajatabla, porque sabe que todo el mundo (heteronormativos y anti binorma por igual) le van a decir que no, que no elija `mujer`: “Al final todos están diciendo qué soy y qué no cuando son cuestiones que no tienen que estar justificadas para nadie”. Effy no se traviste de salvadora ni de mesías, aclara que ella no está al servicio de una lucha colectiva. Está al servicio de su propia lucha y de lo que esta pueda aportar a esa lucha colectiva. Y siente que lo que puede aportar es diversidad.
La construcción de su nombre vino antes que la Ley de identidad de género. Elizabeth Chorubczyk nació en Israel, su pasaporte dice su nombre auto percibido con sexo “masculino”, pero para poder tener DNI argentino no le aceptaron esa ambigüedad: si era Elizabeth debía acompañarse con FEMENINO. Esto la tuvo indocumentada por un tiempo, aún después de aprobada la ley.  
– Hay una ley que dice vos podés desarrollar tu género como quieras, ¿Por qué no puede haber un Elizabeth masculino? ¿Por qué no puedo ser masculina? Sexo masculina con `a` al final” Esa batalla legal le llevó mucho tiempo a Effy. Hoy en día tiene un pasaporte M y un Dni F. Antes no podía postularse a puestos femeninos porque su Dni no estaba en femenino: ahora puede, sí, la van a llamar, tal vez si no pone foto, pero si va, ¿qué puede pasar?:
–Soy mujer y soy Trans, lo hermano, al serlo, lo soy. No me pienso de otra manera, entonces cuando voy a una entrevista yo me pienso Trans, supongo que la otra persona no me va a aceptar. Mido 1.80, tengo espalda ancha, no tengo tetas, por el desarrollo de la testosterona tengo pelitos que el láser no me va poder quitar, hay pequeños o grandes indicios que en su conjunto no me van a proteger de alguien transfóbico.


Experta en vacíos legales.

Cuando decidió operarse, su Obra Social, Osde, se lo negó. Si quería hacerlo en un hospital público tenía que entrar a una lista de espera de 200 chicas. Operan a una sola por mes. Claramente Effy no se iba a quedar esperando. Un quirófano por mes es lo único que pudieron conseguir los que están luchando en estos hospitales públicos. Se opera solo en CABA y La Plata: el interior otra vez permanece olvidado.
La Ley de identidad de género es una ley de avanzada, Effy lo explica así: “La ley de matrimonio igualitario a lo sumo resarcía a los afectados, nada más: en cambio,esta habla de la identidad de todas las personas, dice que vos, sin ser trans, tenés derecho a desarrollar tu género y expresarlo como vos quieras y tomar decisiones de tu cuerpo como vos quieras, y eso la gente lo perdió de vista. Creen que es la ley para la minoría de la minoría.”
Para no cubrir la intervención, Osde se amparaba diciendo que no estaba en el Plan Médico Obligatorio. Sin embargo la ley ya habla del Pmo, dice que toda operación que tenga que ver con la adecuación tiene que estar cubierta por el estado y las prestaciones u obras sociales, o sea... tiene que estar cubierta.

–¿Nadie más reclama?
–Osde se aprovecha. Yo no me quiero victimizar, pero por el tipo de país en el que vivimos y por la cantidad de información que circula y de gente que se interesa, es una sociedad donde la población trans y travesti es la más vulnerada, la más ignorada, y si una chica, que a los 12 fue echada de la casa, se tiene que prostituir, decide operarse, no hablemos si quiere o no, DECIDE, y se acerca a Osde porque consigue Osde, porque se casa con alguien, porque consigue una buena prestación, va a Osde, un lugar fino, de guante blanco, con legitimidad, y va y dice “Tengo una ley y me voy a operar” y le dicen “No, no está en el Pmo” ¿qué va a hacer? Después de ser echada de la casa, de sufrir todos los maltratos, va a volver a la casa del novio, de la pareja diciendo “bueno” y no va a lucharla porque cuando se margina a una población no se le da herramientas justamente para defenderse. Yo  tuve la suerte de haber transitado una secundaria que me dio ciertas herramientas, haber pasado ciertas cosas en mi vida, haber tenido mucha contención de mi entorno, entonces me dijeron “no” y yo dije “¿qué?” y seguí.

Entonces pidió que le dieran ese NO por escrito y lo llevó a la Superintendencia de Salud. Desde la Superintendencia extendieron una carta donde le dicen a Osde que su decisión es “parcial, arbitraria, caprichosa y tendiente a justificar una práctica negativa de cobertura a la que el paciente tiene derecho a acceder sin intervención judicial “. Tomá. Pero Effy no podía esperar más tiempo (en abril cumple 26 años y pierde la cobertura de la Obra Social), así que su papá vendió una propiedad y con eso pagaron la operación particular para luego pedir el reintegro.
Fueron meses de ir a Osde, llorar, desilusionarse, porque Effy también se cae, se deprime, se cansa, se desilusiona y llora. Es humana (y mujer y trans y una luchadora). Hubo respuestas que parecían bromas, como cuando le dijeron que espere unos meses, que pasó lo mismo con la ley de los celíacos, que cuando salió tardaron seis meses en reglamentarla y al final les cubrieron sólo el 5% del tratamiento. Del otro  95%,  ni novedad. La escucho y entiendo que esta crónica yo la empecé a vivir hace rato, solo que ahora la escribo, porque yo la vi a Effy llorando el día de la aprobación de la ley y es cuando pasan estas cosas que ella me pregunta: “¿Entonces qué festejamos esa noche en la Plaza de los Dos Congresos cuando se aprobó la ley de identidad de género?” No sé qué responderle.

Hoy

Y más allá de la lucha, de la valentía, de las leyes, está el cuerpo. Parte de la operación consistió en acortar la uretra, y hubo complicaciones. Se infectó, se enfermó. Para abrirla nuevamente en el Durand tuvieron que meterle un fierro y remover. Effy explica, hace el movimiento circular y se ríe.  “Me dolió mucho”, dice  y el comentario no es necesario porque ya me está doliendo de verla. Para cuidar la zona tuvo que usar sonda por una semana. Se volvió a infectar. Fierrito de nuevo en la guardia. Sonda por dos semanas. Ella sabía que esto podía pasar, pero de tanto que vino padeciendo, no iba a ponerse en negativa. Quizás si hubiese asumido esa posibilidad como algo más probable habría llegado más preparada psicológicamente a lo que pasó en el postoperatorio. Por eso salió a contarlo, para que cualquier chica que esté por operarse tenga el panorama completo y personal de Effy. Con la sonda atada a la pierna y un cartel fue a la marcha del Orgullo a realizar su perfo. Otra perfo que interpela, genera más preguntas que respuestas. Effy comparte lo que vive, no para crear lucha colectiva sino para abrir caminos desde su lucha personal.
–Hay que tomar conciencia de que a la ley le falta un punto que explique que no solamente se garantiza  el acceso a la salud sino ¿qué es salud? La decisión ES salud, la decisión no es adecuar. Por eso yo salí (a la marcha) con un cartel que decía “el aborto es salud”, no es una cuestión de “¿Quién quiere abortar? ¿Quién quiere operarse?”, la salud TIENE que estar, arremangarse las manos e involucrarse. No es una cuestión moral, es una cuestión de salud.
Actualmente, el país se volvió Trans-friendly después de que Viviana Canosa y Marcelo Polino se agarraron de la identidad de género de Florencia de la V para criticarla. La misma Florencia Trinidad que habló tan emotivamente en La pelu, su programa del mediodía en Telefé para audiencia Atp es punto de controversia dentro del colectivo Trans, pero ahora estoy leyendo una nota que la misma Effy escribió para Página/12. No la cuestiona, pone el foco en el respeto y la ética de esos “comunicadores” (estas comillas las pongo yo) y se ofrece a dar talleres de concientización para estos últimos sobre identidades y problemáticas Trans.

Pasaron tres años desde su perfo “Nunca serás mujer”, pasó un año de la aprobación de la ley de identidad de género. En diciembre de 2013, Effy está esperando la respuesta de su obra social, Osde,  acerca del reintegro de su operación. Escribo esto, vuelvo a escuchar la entrevista, releo y estoy lleno de dudas, propias, sobre mí. Será que si después de una charla con Effy uno tiene más respuestas que inquietudes, claramente, no escuchó nada de lo que ella dijo.

Lucas Gutiérrez

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