Cuando a Elizabeth Chorubczyk le
dijeron que ella nunca iba a ser mujer por no menstruar, respondió de la mejor manera que sabe
hacerlo: con una performance. “Nunca serás mujer” se llamó y constó de trece “menstruaciones”
que tuvieron lugar durante su cursada en IUNA entre marzo de 2010 y abril de 2011. El
Instituto Nacional del Arte (IUNA) y el Instituto Nacional contra
discriminación, xenofobia y racismo (INADI) auspiciaron esta acción que hoy se
puede ver en el blog de Elizabeth (
http://www.effymia.com/).
Para hacerlas, un enfermero le extrajo un litro y medio de sangre que fue
dividido y resignificado en esas trece “menstruaciones”. Dejarla caer por su
órgano más fértil, su cabeza, hasta una toallita, usarla para cubrir los datos
que no la representaban en su DNI, y finalmente volverla tinta para en el
espejo donde se refleja escribir SIEMPRE SOY MUJER; estos fueron algunos de los
usos para esa sangre que se volvió manifiesto. Hoy Elizabeth Chorubczyk, o Effy
como ella se presenta, se recupera de la operación por la cual pasó de tener
pene a tener vagina. Según la ley de identidad de género, la operación la tendría
que haber cubierto su Obra Social, Grupo Osde (Organización de Servicios Directos
Empresarios). No lo hizo.
La Cirugía de Reasignación
Genital es un procedimiento reconstructivo en el que se utiliza el aparato
reproductor masculino (se usan el pene y escroto, se extraen los testículos)
para que mantenga una funcionalidad y estética de vagina. No es una operación
para tener ovarios o útero: de hecho, genera infertilidad. La cirugía crea
cavidad vaginal, clítoris, labios y orificio. Para el clítoris se usa parte del
glande, respetando los nervios ahí concentrados para evitar la pérdida de
sensibilidad.
–¿No te daba miedo perder la sensibilidad?
–En mi experiencia personal se
intensificaron los placeres, pero también es algo psicológico. Yo no usaba mi pene,
de esta forma accedí a conectarme con el placer en mi historia personal.
Effy cuenta que la operación fue
muy importante porque al extraer los testículos su cuerpo ya no genera
testosterona. “No quería vivir medicada tomando inhibidores”, explica. Evitar
esta hormona no sólo afecta en lo físico (vello, contextura, etc.) sino también
en estados anímicos y psicológicos, “en tu forma de expresarte, no en tu
cantidad de llanto o enojo, pero sí en la manera como sentís, como descargás,
como te conectás con la sexualidad”. Su cuerpo hace rato no la generaba porque antes
de la cirugía tomaba inhibidores, pero las pastillas y los inhibidores tienen
un costo físico y uno económico. La ley de identidad de género que, se supone,
garantiza estos tratamientos a todas las personas Trans, no siempre se cumple.
Hay burocracias y no hay respuestas (a veces del Estado, a veces de las
privadas).
Estamos en el comedor de su casa,
en el barrio de Villa Crespo. Hace poco Effy y su hermana se mudaron solas.
Como en toda relación de hermanas, tuvieron sus diferencias. Como en la primera
fiesta donde Elizabeth decidió ir vestida como Elizabeth. Hubo un tiempo de no
hablarse. Hubo una muestra de los trabajos de Effy donde ella asistió a ver lo
que su hermana compartía. Hoy la casa es de ellas. Hay pizarras y carteles donde
reparten actividades y gastos. Hay una casa que comparten ellas, las hermanas
Chorubczyk. Hay familia.
El psiquiatra, sexólogo y urólogo
Adrián Helien “atajó” a una Effy que llegó llorando al Hospital Durand. Le
explicó que antes de derivarla al endocrinólogo iban a tener que tener charlas,
ver su historia personal y familiar, evaluar si tenía la red de contención
necesaria para seguir los pasos y definir qué pasos seguirían. Eso fue en
octubre de 2009, y recién la derivó en abril del 2010.
–Para mí estuvo buenísimo porque
me desaceleró, sino yo ya me estaba operando la cara. Llegué con un gran nivel
de angustia.
En ese momento, para operarse Elizabeth tenía
que iniciarle juicio al Estado. La ley recién se sancionó en 2012. El acelere
podía llevarla a cualquier lado. El proceso hormonal era reversible; la cirugía,
no.
–¿No tenías miedo de arrepentirte?
–No. Cometer errores es una forma
de aprender, y no hay peor error que no cometer nada. Es un riesgo que asumí
desde un lugar muuuy hablado y trabajado con una contención familiar, de
amigos, de pareja. Pienso en el colectivo LGBT y es visible la persona que
cuenta con padres y la que no en la adolescencia, la que cuenta con los hijos o
no cuando tiene 60 años. No es lo mismo cuando te está rechazando tu familia.
Yo tuve la suerte de tener una red para llegar a este momento de esta manera: si
no, iba a poner en riesgo mi salud mental.
“Salud” es una palabra que sonará
varias veces en la charla. Mientras la tarde se va yendo tras los edificios de
Villa Crespo, otra de las palabras que suenan mucho es “familia”. Al momento de
hablar de admiración, Effy me nombra a su mamá y su hermana. Todo lo que me
cuente de aguante, del estar en el pre y post-operatorio, de las charlas y la
contención, de los procesos, todo eso lo puedo entender por lo que viví en una
presentación de Effy antes de operarse. Ella nos reunió a todos sus amigos para
contarnos lo que se venía, nos pidió que le dejemos una carta para que pueda leer
en el post-operatorio (después me contará que pidió menos anestesia para ver
algunas durante la intervención) y durante esa juntada su mamá se me acercó y
me dijo: “Gracias por acompañarla siempre”. Conocí a Elizabeth en 2011 durante
un debate que en Casa Brandon sobre la ley de identidad de género. Redes
sociales y algunos cafés de por medio fuimos conociéndonos más, hasta que Effy
se hermanó conmigo. El 1ero de diciembre de ese mismo año, me dedicó una de sus
performances, me leyó un texto, se cortó los brazos y abrazó mi torso desnudo
cubriéndome con su sangre. Por eso, cuando la mamá me quiso agradecer, yo le
agradecí a ella por su hija. Mi amiga.
Además de lo fisiológico, la
operación de Effy tenía que ver con una comodidad y movilidad de su propio
cuerpo. Una seguridad para sí misma.
–Aceptaba el hecho del pene como
algo femenino, de hecho no tengo problemas si una persona tiene pene y se
define mujer, se define travesti, podría interactuar tranquilamente y no
dejaría para mí de ser mujer, travesti o la identidad que asuma. Sí me pasaba
que tenía una incomodidad con mi genitalidad, no tenía ganas que nadie la
tocara, que nadie la viera. Por ejemplo, en el jean antes con el pene se
formaba un bulto y yo me compraba remeras muy largas para tapar, no tenía ganas
de que se notara. Ahora que me pongo remeras cortas y el jean todavía tiene la
forma del bulto (porque quedó, son mis jeans viejos) camino por la calle y no me siento desnuda. Si alguien piensa que
tengo un bulto... era una operación para mí, no para los demás.
Esto que comparte lo advierto en
su look de ahora: jean y una remerita corta, con el pelo largo que le juega por
abajo de los hombros con algunas mechas rubias que anticipan el verano, poco
maquillaje y nada de joyas, su lunar en la cara, el mentón lejos del esternón,
la cara en alto, la sonrisa fuerte. En la charla se nos fue toda la tarde,
siempre pasa cuando nos juntamos. Estamos
en el comedor y veo un adorno, es una sirena con alas. Effy siempre gustó de
jugar, ser una sirena en sus performances. La sirena no tiene pene ni vagina.
Effy es real.
Cuando la mirada que construye, nos destruye.
Elizabeth, Effy, va a ser una
excelente anfitriona, me va a servir té con galletitas, se va a sentar de mil
maneras, ninguna como lo debería hacer una “mujer”, ninguna como lo debería
hacer un “hombre”, todas como ella quiera. ¿Por qué las comillas? Ella se va a
encargar de marcármelas cada vez que se hable de palabras o conceptos que
puedan ser traídos por la inercia e imposición cultural, las va a dibujar en el
aire, las va a marcar con los ojos revoleándose, me lo va a hacer notar. No hay
sutilezas innecesarias, todo está claro.
Actualmente no tiene empleo
fijo, pero siempre está ocupada. Arma cursos, talleres y siempre la invitan a
dar charlas para hablar de arte, performance y claro, para problematizar
temáticas LGBT. Una vez dio una charla para
futuros fonoaudiólogos en Facultad de Medicina (UBA). Antes que ella habló un
especialista que orientaba a chicas Trans para afinar la voz, explicarles qué
palabras decir y cuáles no, y hasta contó, jocoso la anécdota de que uno de los
guardias del hospital había quedado deslumbrado con una chica trans hasta que
la escuchó hablar y se asustó. Por suerte para la platea –la que esté dispuesta
a abrir la mente– después habló ella. Los instó a que acompañen a las chicas a
encontrar una voz que las haga hablar cómodas en público, una voz que si están
siendo abusadas o agredidas pueda expandirse y denunciar. Una voz propia, no
una impuesta socialmente. Y todo esto Effy lo cuenta con su voz, una que no es
ni femenina, ni masculina, ni trans, ni colectiva, sino propia.
Desde que nos conocimos tenemos
rituales. Ella siempre es mi entrevistada favorita. Con esa excusa nos juntamos
a tomar café en Starbucks, y ahora en su casa. Nos acompañamos cuando cada uno
hace perfos: en centros culturales, en la calle, en marchas y hasta a veces,
nos juntamos por las ganas de solo juntarnos. Todas estas perfos, sus opiniones
y todo lo que ella puede ofrecer, se puede encontrar en su muro de Facebook:
Effy Beth.
Mientras caminaba con ella por las
calles de Buenos Aires, unas cuantas veces observé cómo la miraban. Pienso en
lo que pasa cuando camino con amigas o con amigos, cuando camino con chicas
llamativas o pibes particulares, trato de pensar si hay diferencias, si cuando
me visto raro me miran así, si cuando soy yo me miran así. Pregunto. Responde.
Effy define esas miradas que recibe en la calle como “deshumanizantes”. Deja de
ser un individuo de derecho para volverse una “minitah”, una cosa, algo a lo
que se le puede decir algo, que se lo puede tocar, algo que se puede burlar,
gritar, ignorar, maltratar. Siente que esto pasa “porque renuncié al privilegio
con el que nací, ser un varón hecho y derecho”. Sabe que en la calle no le
gritan nada a los homosexuales, que el asunto no tiene que ver con quién te
acostás. Le gritan a los afeminados. “Tiene que ver con qué parecés, qué rasgos
tomás”. Pero estos maltratos y abusos diarios son tantos que a veces se
terminan naturalizando. Effy les hace frente desde su lugar, no siendo una
“princesa”, sin modular ni agudizar su voz para así poder denunciar, avasallar
a la persona que la está agrediendo. Y lo mismo sucede con su cuerpo: a Effy no
le preocupa si alguien lo decodifica como ‘masculino’ . “Me importa tres
carajos. Si tengo que estar con las piernas separadas y la espalda más amplia
no voy a dejar de hacerlo por lo que vayan a pensar de mí”. Ella se planta.
Ahora la estoy mirando yo, y mi
mirada se vuelve pregunta
–¿Por qué no te hiciste los pechos? –me escucho, y prefiero
repreguntar:
–¿Por qué deberías hacerte los pechos?
–Conozco muchas mujeres que se
hicieron las tetas y perdieron sensibilidad. Cuando me empecé a hormonizar, la
sensibilidad en los pechos es lo que más desarrollé y al estar de alguna
manera, “disconexa” con mi genitalidad, era mi punto de placer, obviamente que
nunca lo voy a poner en riesgo.
En la charla con Effy muchos
conceptos van a ser interpelados y problematizados. “Lo ‘masculino’ y lo ‘femenino’ son construcciones culturales”,
plantea. Llegar a este pensamiento
también fue todo un recorrido. Al principio sufría mucho porque sentía que
debía operarse la cara, estaba invadida por esa impresión de una quijada muy
grande, y demás imposiciones. “Tuve que hacer un trabajo muy fuerte de
aceptación”. Romper la binorma (el conjunto de normas impuestas a lo “femenino”
y lo “masculino”) también la llevó a entender que la sociedad siempre va a
imponer algo y uno tiene que negociar con eso. Jamás se sintió encerrada en
ningún cuerpo distinto al suyo:
–Yo estoy en mi cuerpo y este es
mi cuerpo; y así como que entendí que este es mi cuerpo, entendí que lo tengo
que querer, respetar y que no lo iba a hacer un daño en pos de una negociación
trucha con terroristas de Cosmopolitan que me digan que haga tal cosa sino no
te van a coger ni te van a dar afecto.
La construcción del nombre propio
Al exponerse tanto puede pasar
que le lleguen comentarios cargados de mierda disfrazada de pregunta, como por
ejemplo: “Yo no entiendo a las travestis: si no son ni hombres ni mujeres, ¿por
qué eligen un nombre femenino? ¿por qué eligen todo lo femenino?”. Pero a esta
judía, atea, bisexual, lesbiana, mujer, trans, artista y demás no la engañan
las falsas modestias, ella sostiene que a veces, preguntas como esas de “¿por qué?”
tienen más que ver con un “No me interesa la respuesta que me des, yo solamente
quiero demostrarte que estás equivocada”.
El nombre Effy la acompañó en su
transición, ya que al principio usarlo no denotaba un “femenino” o “masculino”.
Pero después hubo que explicar que venía del nombre Elizabeth, de un personaje
de una serie que a ella le gustaba. Es que ¿cómo iba a transgredir si ni
siquiera podía comunicar lo básico? Por esto no suelta la palabra “mujer” y la
mantiene a rajatabla, porque sabe que todo el mundo (heteronormativos y anti
binorma por igual) le van a decir que no, que no elija `mujer`: “Al final todos
están diciendo qué soy y qué no cuando son cuestiones que no tienen que estar
justificadas para nadie”. Effy no se traviste de salvadora ni de mesías, aclara
que ella no está al servicio de una lucha colectiva. Está al servicio de su
propia lucha y de lo que esta pueda aportar a esa lucha colectiva. Y siente que
lo que puede aportar es diversidad.
La construcción de su nombre vino
antes que la Ley de identidad de género. Elizabeth Chorubczyk nació en Israel,
su pasaporte dice su nombre auto percibido con sexo “masculino”, pero para
poder tener DNI argentino no le aceptaron esa ambigüedad: si era Elizabeth
debía acompañarse con FEMENINO. Esto la tuvo indocumentada por un tiempo, aún
después de aprobada la ley.
– Hay una ley que dice vos podés
desarrollar tu género como quieras, ¿Por qué no puede haber un Elizabeth
masculino? ¿Por qué no puedo ser masculina? Sexo masculina con `a` al final”
Esa batalla legal le llevó mucho tiempo a Effy. Hoy en día tiene un pasaporte M
y un Dni F. Antes no podía postularse a puestos femeninos porque su Dni no
estaba en femenino: ahora puede, sí, la van a llamar, tal vez si no pone foto,
pero si va, ¿qué puede pasar?:
–Soy mujer y soy Trans, lo hermano,
al serlo, lo soy. No me pienso de otra manera, entonces cuando voy a una
entrevista yo me pienso Trans, supongo que la otra persona no me va a aceptar.
Mido 1.80, tengo espalda ancha, no tengo tetas, por el desarrollo de la
testosterona tengo pelitos que el láser no me va poder quitar, hay pequeños o
grandes indicios que en su conjunto no me van a proteger de alguien
transfóbico.
Experta en vacíos legales.
Cuando decidió operarse, su Obra
Social, Osde, se lo negó. Si quería hacerlo en un hospital público tenía que
entrar a una lista de espera de 200 chicas. Operan a una sola por mes.
Claramente Effy no se iba a quedar esperando. Un quirófano por mes es lo único que
pudieron conseguir los que están luchando en estos hospitales públicos. Se
opera solo en CABA y La Plata: el interior otra vez permanece olvidado.
La Ley de identidad de género es
una ley de avanzada, Effy lo explica así: “La ley de matrimonio igualitario a
lo sumo resarcía a los afectados, nada más: en cambio,esta habla de la
identidad de todas las personas, dice que vos, sin ser trans, tenés derecho a
desarrollar tu género y expresarlo como vos quieras y tomar decisiones de tu
cuerpo como vos quieras, y eso la gente lo perdió de vista. Creen que es la ley
para la minoría de la minoría.”
Para no cubrir la intervención,
Osde se amparaba diciendo que no estaba en el Plan Médico Obligatorio. Sin
embargo la ley ya habla del Pmo, dice que toda operación que tenga que ver con
la adecuación tiene que estar cubierta por el estado y las prestaciones u obras
sociales, o sea... tiene que estar cubierta.
–¿Nadie más reclama?
–Osde se aprovecha. Yo no me quiero
victimizar, pero por el tipo de país en el que vivimos y por la cantidad de
información que circula y de gente que se interesa, es una sociedad donde la
población trans y travesti es la más vulnerada, la más ignorada, y si una
chica, que a los 12 fue echada de la casa, se tiene que prostituir, decide
operarse, no hablemos si quiere o no, DECIDE, y se acerca a Osde porque
consigue Osde, porque se casa con alguien, porque consigue una buena prestación,
va a Osde, un lugar fino, de guante blanco, con legitimidad, y va y dice “Tengo
una ley y me voy a operar” y le dicen “No, no está en el Pmo” ¿qué va a hacer?
Después de ser echada de la casa, de sufrir todos los maltratos, va a volver a
la casa del novio, de la pareja diciendo “bueno” y no va a lucharla porque
cuando se margina a una población no se le da herramientas justamente para
defenderse. Yo tuve la suerte de haber
transitado una secundaria que me dio ciertas herramientas, haber pasado ciertas
cosas en mi vida, haber tenido mucha contención de mi entorno, entonces me
dijeron “no” y yo dije “¿qué?” y seguí.
Entonces pidió que le dieran ese
NO por escrito y lo llevó a la Superintendencia de Salud. Desde la
Superintendencia extendieron una carta donde le dicen a Osde que su decisión es
“parcial, arbitraria, caprichosa y tendiente a justificar una práctica negativa
de cobertura a la que el paciente tiene derecho a acceder sin intervención
judicial “. Tomá. Pero Effy no podía esperar más tiempo (en abril cumple 26
años y pierde la cobertura de la Obra Social), así que su papá vendió una
propiedad y con eso pagaron la operación particular para luego pedir el
reintegro.
Fueron meses de ir a Osde, llorar,
desilusionarse, porque Effy también se cae, se deprime, se cansa, se desilusiona
y llora. Es humana (y mujer y trans y una luchadora). Hubo respuestas que
parecían bromas, como cuando le dijeron que espere unos meses, que pasó lo
mismo con la ley de los celíacos, que cuando salió tardaron seis meses en
reglamentarla y al final les cubrieron sólo el 5% del tratamiento. Del
otro 95%, ni novedad. La escucho y entiendo que esta
crónica yo la empecé a vivir hace rato, solo que ahora la escribo, porque yo la
vi a Effy llorando el día de la aprobación de la ley y es cuando pasan estas
cosas que ella me pregunta: “¿Entonces qué festejamos esa noche en la Plaza de
los Dos Congresos cuando se aprobó la ley de identidad de género?” No sé qué
responderle.
Hoy
Y más allá de la lucha, de la
valentía, de las leyes, está el cuerpo. Parte de la operación consistió en
acortar la uretra, y hubo complicaciones. Se infectó, se enfermó. Para abrirla
nuevamente en el Durand tuvieron que meterle un fierro y remover. Effy explica,
hace el movimiento circular y se ríe.
“Me dolió mucho”, dice y el
comentario no es necesario porque ya me está doliendo de verla. Para cuidar la
zona tuvo que usar sonda por una semana. Se volvió a infectar. Fierrito de
nuevo en la guardia. Sonda por dos semanas. Ella sabía que esto podía pasar,
pero de tanto que vino padeciendo, no iba a ponerse en negativa. Quizás si
hubiese asumido esa posibilidad como algo más probable habría llegado más
preparada psicológicamente a lo que pasó en el postoperatorio. Por eso salió a
contarlo, para que cualquier chica que esté por operarse tenga el panorama
completo y personal de Effy. Con la sonda atada a la pierna y un cartel fue a
la marcha del Orgullo a realizar su perfo. Otra perfo que interpela, genera más
preguntas que respuestas. Effy comparte lo que vive, no para crear lucha
colectiva sino para abrir caminos desde su lucha personal.
–Hay que tomar conciencia de que a la ley le falta un punto que
explique que no solamente se garantiza
el acceso a la salud sino ¿qué es salud? La decisión ES salud, la
decisión no es adecuar. Por eso yo salí (a la marcha) con un cartel que decía
“el aborto es salud”, no es una cuestión de “¿Quién quiere abortar? ¿Quién
quiere operarse?”, la salud TIENE que estar, arremangarse las manos e
involucrarse. No es una cuestión moral, es una cuestión de salud.
Actualmente, el país se volvió
Trans-friendly después de que Viviana Canosa y Marcelo Polino se agarraron de
la identidad de género de Florencia de la V para criticarla. La misma Florencia
Trinidad que habló tan emotivamente en La
pelu, su programa del mediodía en Telefé para audiencia Atp es punto de
controversia dentro del colectivo Trans, pero ahora estoy leyendo una nota que
la misma Effy escribió para Página/12.
No la cuestiona, pone el foco en el respeto y la ética de esos “comunicadores”
(estas comillas las pongo yo) y se ofrece a dar talleres de concientización
para estos últimos sobre identidades y problemáticas Trans.
Pasaron tres años desde su perfo
“Nunca serás mujer”, pasó un año de la aprobación de la ley de identidad de
género. En diciembre de 2013, Effy está esperando la respuesta de su obra
social, Osde, acerca del reintegro de su
operación. Escribo esto, vuelvo a escuchar la entrevista, releo y estoy lleno
de dudas, propias, sobre mí. Será que si después de una charla con Effy uno
tiene más respuestas que inquietudes, claramente, no escuchó nada de lo que
ella dijo.
Lucas Gutiérrez