El fútbol
, casi una religión planetaria, congrega
a centenas de millones de aficionados, los
que constituyen la base, sabiéndolo o no, del impresionante negocio en que se
ha transformado este maravilloso deporte.Atrás de cada grito de gol, de las puteadas a los jugadores y/o a los árbitros, se
mueven los intereses de los que lucran con esta pasión. El periodista chileno Juan
Pablo Meneses encara, en ese contexto, la problemática de los niños futbolistas,
uno de los negocios del fútbol internacional con la mejor tasa de retorno.
Su
periplo para encontrar un niño-futuro crack lo lleva a los principales países-semillero
de futbolistas. Perú, Chile, Ecuador, México, Argentina y Brasil son las paradas obligatorias en esta
búsqueda de un producto para Europa. Salvo excepciones, el escenario donde los
encuentra son los barrios más pobres y peligrosos . Porque allí residen los
pibes, chavales, chavos, crianças y sus familias, que sueñan con salir de
pobres con el éxito del niño, quienes se desvelan imaginando que lucirá la
camiseta del Barcelona, Real Madrid el Inter o el Juventus. El Barcelona está
en la mayoría de las bocas de los miles de chicos que se agotan en
interminables entrenamientos y partidos
en las calles de tierra de villas miseria, cantegriles, favelas o callampas. Mientras
corren atrás de la pelota en busca del arco contrario, sueñan con hacer
realidad la fantasía de los brazos abiertos en el medio del Camp Nou con la
multitud vitoreando su nombre y el regreso triunfal al pueblo natal, con los
euros suficientes para comprarle la casa a la madre y llenarle la heladera a
toda la familia.
Varios
son los protagonistas de este entramado.
Meneses reportea a los niños–promesa;
observa a las abuelas y madres que cada día los acompañan a los duros
entrenamientos. Devela la miseria y los peligros que rodean a las familias en
esos barrios donde campean la droga y la delincuencia.Descubre a los padres que
acompañan, pero también presionan y chantajean a sus propios hijos para que
cumplan con el sueño que les ha sido asignado: ser la salvación de la familia. Visita
las academias de formación y los clubes. Muestra la inocencia y/o el interés
genuino de algunos padres y dirigentes en el desarrollo de sus protegidos, asi
como las presiones que ejercen los ”cazatalentos” que están en el negocio, para que les cedan
los derechos de transferencia que permitirán manejar la vida de los que vislumbran como promesas.
Alguno
de esos promotores le aconseja a Meneses que no se encariñe con el niño que
elija para comprar. Que apenas lo mande a Europa a probarse al club que lo haya
aceptado y cobre su comisión, se olvide de él. Que se olvide, pues muchos de
los niños que fichan los clubes, viajan solos y cuando no responden terminan abandonados en Europa, conchabados en
trabajos basura o delinquiendo para sobrevivir. Toda esta maniobra sobre un
pequeño, sumado a que hasta su pasaporte queda en manos de un representante, perfectamente podría configurarse como un
delito de trata de personas y tráfico de menores.
El
autor entrevista a Guillermo Cóppola, el ex -”representante de Dios” como se autodenomina, para que lo aconseje
sobre las características que debe observar en un futuro crack. Tiene que ser
encarador en general y particularmente con las mujeres, puntualiza Còppola,
antes de describir todo el panorama glamoroso del jet set futbolístico que pudo
recorrer gracias a Diego Maradona.
Ese
es el otro mundo anhelado por los niños futbolistas: tener a las modelos que
ven en las revistas alrededor de ellos. Ser como los ídolos que aparecen fotografiados
en las mejores playas del mundo, abrazados a esas minas inalcanzables.
Llevarlas en el descapotable último modelo y entrar con ellas a la mansión que
se hicieron construir en los barrios más caros de sus ciudades natales. Meneses
nos pasea por Medellín, donde Pablo Escobar Gaviria “el rey de la cocaína”,
fanático del fútbol, logró en1989 que un
equipo de Colombia, el Atlético Nacional patrocinado por él, ganara la copa Libertadores de América. El propio
Escobar se encargó de llevar el trofeo. Otras cosas le agradecen los pobres de
Medellín. Haber construido barrios enteros para los sin techo, así como haber
poblado de canchas iluminadas la ciudad.
Uno
de los capítulos del libo está dedicado a Rosario, el de Fontanarrosa, el del bar El Cairo, con el
fanatismo futbolero que despiertan los canallas de Rosario Central o los leprosos rojinegros del Loco Bielsa.
Aquí le ofrecen a dos chicos tobas de un barrio pobre de la ciudad. En esta
descorazonadora realidad, aparece una excepción. En Jesús María, provincia de
Córdoba, está el Club Social Atlético y Deportivo Che Guevara, donde las
familias organizan cada fin de semana una comida comunitaria, mientras sus
hijos juegan al fútbol. Cuando Meneses le plantea su interés por algún niño a
la presidenta del club, Mónica Nielsen, ella
le aclara que el objetivo de desarrollar la actividad es que de su seno salga
el Hombre Nuevo, es decir, los líderes para el cambio social, no promover
luminarias. No están dispuestos a sacrificar un solo niño estrella, para
mantener a doscientos. Y pelean entre todos para que el Intendente les ceda un espacio
para construir su propia cancha.
Meneses
recuenta los intentos formales de la Fifa, la Conmebol, el Brasil de Lula para
regular el tráfico de niños futbolistas, demostrando con datos concretos, la
inutilidad de las reglamentaciones acordadas. Ya en 1999 el partido Verde de
Italia denunciaba que el 57% de los niños que llegaban a jugar futbol tenían
menos de doce años. Pero el negocio que implica acomprar un niño por doscientos
dólares y transferirlo por cifras cercanas al millón, es más fuerte que la ley.
Los
concursos patrocinadas por los grandes clubes y las firmas de ropa deportiva,
con jurados de famosos futbolistas, donde
miles de niños, en solitario o en equipos, compiten para llegar a una
prueba en un club europeo con todo pago, son en realidad, una gran operación de
rastrillaje para cooptar a los mejores. La formación y selección de estos
chicos es uno de los principales objetivos
de los clubes europeos, como el FC Barcelona, que formó una sociedad con
Boca Juniors para entrenarlos y llevarse a los elegidos. Así como sucede en la
economía mundial, el negocio del fútbol y en particular el de los niños
futbolistas se concentra cada vez más, mientras
en el mundo la mayoría de los niños siguen siendo pobres y también siguen
siendo pobres la inmensa mayoría de los
niños futbolistas.
Susy Estévez
Susy Estévez