lunes, 28 de octubre de 2013

La lapicera como ametralladora


“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas.
Y mi honda es la de David”
José Martí, mayo de 1895

“Existen dos Cubas” dice Ricardo Jorge Masetti, el único periodista argentino que cubrió in situ la guerra de guerrillas comandada por Fidel Castro desde la Sierra Maestra durante los meses previos al derrocamiento de Fulgencio Batista y la toma del poder por parte de los revolucionarios cubanos.
El periodista y escritor -guerrillero después- enviado por Radio El Mundo para saber qué está pasando con esos locos barbudos que tiran tiros en la selva desembarca en la isla como enviado especial.  La Habana, obligada parada inicial, es la misma que puede verse en las escenas de El Padrino II: un paraíso caribeño celosamente custodiado por soldados que resguardan la fiesta del despilfarro de unos pocos cubanos y unos muchos gringos. Falsa identidad, falsa ocupación y falsas explicaciones para que Masetti pueda abrirse paso de puntillas hacia el oriente, desde donde se pondrá en contacto con integrantes del Movimiento 26 de julio que adentrarán al periodista en la sierra y en la realidad de los que no brindan con champagne en fastuosos cabarets.
Protagonista y espectador de un combate cruel entre un régimen despótico y cipayo y un pueblo ignorado y desposeído, Masetti atraviesa el interior cubano de la mano de guajiros, escopeteros y soldados rebeldes para lograr los reportajes al Che y Fidel que le piden desde Buenos Aires. Sin descuidar una prosa excelente y un oficio inspirador, el periodista se hace cada vez más militante de una causa que cree indispensable y necesaria.  Cada bala del ejército batistiano que atraviesa los bohíos contribuye a la convicción cada vez más fuerte de querer ser uno de “los que luchan” y no uno de “los que lloran”.
Cumple con su deber profesional consiguiendo los reportajes (emitidos en directo desde la radio rebelde instalada en la Sierra Maestra) y su tarea está cumplida: radioaficionados y emisoras de México y Venezuela habían asegurado la retransmisión a Buenos Aires. Vuelve a La Habana para retornar a la capital argentina, pero el material no había llegado.
De nuevo a la sierra,  ya no es el mismo Masetti. Y las largas caminatas ya no cansan tanto y la malanga ya no sabe tan feo y los guajiros y combatientes ya  no son desconocidos sino amigos entrañables. Se reencuentra con Guevara, con Fidel pero no con el joven Carlos Bastidas, joven periodista ecuatoriano, asesinado. Ni con Guillermito, que se suicidó luego de vaciar un cargador sobre las tropas oficiales de Sánchez Mosqueda. Ni con el turco Nassim, que había perdido a su hijo a manos de la metralla.
Por si el relato preciso y estremecedor de la cuba batistiana no alcanzara a que el lector comprendiera la situación, Masetti desgrana con detalle académico los distintos componentes del régimen pre revolucionario: las bandas de gángsters y tahúres que reinan La Habana, los titubeos clericales a la hora de pronunciarse sobre la lucha y los antecedentes de Castro, Guevara y el Movimiento 26 de julio.
Existen dos Masettis: el que viajó en busca de explicaciones que ayudaran a entender el proceso cubano y el que volvió haciendo propia la lucha contra la injusticia.

 Patricio Torres Díaz




1 comentario:

  1. El empate de las dos Cuba y los dos Masetti es impecable. Si buscase un ejemplo de cronista, de ese concepto de vivir la historia, gracias al texto de Patricio Torres Díaz, me inclinaría mucho por Masetti. Tiembla Hunter Thompson en mi panteón personal.

    ResponderEliminar