lunes, 14 de octubre de 2013

¡Bogotá no es realismo mágico!



     Convengamos: toda ciudad es, al menos, dos ciudades. Claro que dentro de esas dos ciudades caben muchas otras, y dentro de esas otras más, y así sucesivamente. Pero en principio, convengamos en que toda ciudad es, al menos, dos ciudades. Está la ciudad imaginada, la de los panfletos turísticos, la de los alcaldes y de los índices que llenan los informes de los organismos internacionales. Pero también está la ciudad de a pie: la ciudad tal y como se vive todos los días en las esquinas, en el barrio, en los buses y en los bares.

    Una ciudad como San José de Costa Rica –de la cual proviene quien escribe– es, por ejemplo, un lugar paradisíaco solo en la TV. En San José, de hecho, llueve 9 meses al año y hay pobreza y xenofobia y muchísima basura. Pero también hay cantinuchas entrañables en las que es posible comer ceviches radiactivos o desayunos con carne o pollo a las 8 de la mañana y pagar por esos prodigios escasos cinco o seis dólares. Otro tanto ocurre con Buenos Aires: está la Buenos Aires de Mirtha Legrand como también está La Salada; hay una Buenos Aires que es la de Marcelo Tinelli y la de Mauricio Macri, pero también hay una Buenos Aires del Mercado Central, del tren, de Once.

    Eso que pasa en Buenos Aires y San José pasa también en Bogotá. Mostrar el costado oculto de esa Bogotá pensada para seducir al viajero de business class es el objetivo de Fernando Quiroz. En su compilación de crónicas titulada precisamente Bogotá, Quiroz hace la radiografía de su ciudad, pero le deja el diagnóstico de esa radiografía al lector. Su intención no es dar cuenta de Bogotá, en el sentido de explicar porqué dicha ciudad es cómo es. Lo suyo es más bien ofrecer la imagen de Bogotá tal y como es vivida desde adentro.

    Quiroz no deja de mostrarnos, en cada uno de los retratos que realiza –pues ciertamente cada una de sus crónicas es la postal de alguien, un fresco de lo que sufren las personas y por qué no también los animales en su ciudad–, el modo en que a través de extraños sortilegios los bogotanos logran reírse y vivir a pesar de sus tragedias. Gualdrón, por ejemplo, orina y caga en unas sondas que no puede cambiar con la frecuencia prescrita por los médicos, pero al final del día vuelve a la callejuela donde pernocta con La Pescada y fuma lo poco que puede comprar con las monedas que obtiene de la limosna. Arnulfo sufre en el silencio en la Unidad de Salud Mental de la Cárcel Modelo de Bogotá por haber apuñalado a los verdugos de sus padres, pero obsequia al cronista una de las pocas posesiones que le quedan. En medio de rituales mortuorios estas crónicas también encuentran la vida: falsos curas que organizan misas para sepelios a la carta, o el trabajo de quienes se las arreglan para entregar a los vivos las cenizas de sus muertos, aparecen acá envestidos con cierto halo vital. Cualquiera que haya estado en Bogotá sabe que estas imágenes no son para nada exageradas: Colombia es un país que tiene 65 años de seguir bailando a pesar de sus muertos.

     El más reciente eslogan del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo reza que Colombia es realismo mágico (¡vaya usted a decirle eso al Gualdrón o a La Pescada, a Arnulfo o al resto de bogotanos que aparecen en estas crónicas!). Pero si ese eslogan encuentra literaria la belleza sublimada del paisaje, Quiroz nos muestra que la literatura está, por el contrario, allí donde la mirada ingenua no alcanza a llegar. Es decir, en todos esos lugares que no aparecen en los mapas, ni las guías turísticas.
                                                                                                                                       Camilo Retana

3 comentarios:

  1. Felicitaciones Camilo, me parece una reseña interesante y apasionada, escrita con una gran habilidad. Me deja con la intriga del tema del realismo mágico y como juega en oposición con una mirada desengañada. Un tema polémico que da para profundizar.

    ResponderEliminar
  2. Creo que ya no hay más realismo mágico al menos como ese del boom de la literatura latinoamericana, Camilo. Sí hay buena literatura en tu texto, y en el de Quiróz también. Me gustaría conocer tu mirada sobre las crónicas "Tardes de Leonel" y "Tarde de perro", después las charlaremos. ¡Abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Me parecio percibir que haces una distincion entre literaria y literartura , lo pense , y me encanto, como la etiqueta frente al contenido , espero habero entendido bien. Si sirve como elogio: disfrute leyendola.

    ResponderEliminar