lunes, 25 de noviembre de 2013

¡Los colorados no son bichos!



–Nos sacan fotos como si fuéramos bichos raros –dice Omar, y una voz de más atrás grita:
 – ¡Es por eso que nos juntamos!
Omar Fortunato es el alma de la reunión y el administrador de la página de Facebook Pelirrojos club. Se mueve de un colorado al otro intentando levantar la moral de esos rostros pecosos que parecen ponerse aún más colorados por estar en este lugar.
Los pelirrojos viven condicionados por la atención  que provoca el color de su pelo del cual se sienten orgullosos una individualidad natural y evidente que los hace exclusivos en un mundo que tiende a homogeneizarse. El rutilismo es un carácter genético cuya más importante característica es la pigmentación de la piel y del cabello. No existen fuentes fiables o científicas con números más o menos exactos sobre los porcentajes de pelirrojos en el mundo, solo los países con mayor cantidad de pelirrojos han hecho estudios con datos.Lla universidad de Edimburgo, en Escocia, publicó un estudio sobre enfermedades de la piel en el que establece que un  10% de la población total de ese  país es pelirroja.
Algunos de los pocos pelirrojos argentinos decidieron reunirse por primera vez el sábado 23 de noviembre en el patio del fondo del bar La Papelera, sobre la calle Honduras, a apenas media cuadra de la plaza Serrano.  La convocatoria se formalizó a través de su página de Facebook que en menos de un mes cosechó más de 1700 “Me gusta”.
A la hora puntual de inicio de la reunión, las 18, los pelirrojos eran apenas 7 y los no pelirrojos éramos unos  10. Al intentar acercarse a hacer una pregunta o sacar una foto  uno se encontraba con evasivas y timidez –“esperá  que seamos más”, nos decían– ellos no se juntaban entre ellos y se apoyaban en sus acompañantes no pelirrojos buscando tal vez motivos para no irse de allí. Pero al pasar el tiempo y con el entusiasmo provocado por las fotos para un medio gráfico, que envió un fotógrafo pero no un cronista, se empezaron a soltar. Para llegar hasta el patio interno reservado para a la reunión debían atravesar el bar y uno podía ver la duda que los dominaba  hasta que  veían que eran más de los que creían y que nadie allí se burlaba de ellos, solo ellos lo hacían y se apuraban en hacerlo. Se decían sin conocerse y a la manera de santo y seña los diferentes apodos que los martirizaban en un punto y con los cuales hoy parecían sentirse satisfechos. Cabeza de tuco, tomate, fosforito, zanahoria y tantos por el estilo.
La primera de estas reuniones de pelirrojos se hizo en Holanda en el año 2005 y de allí en más, en ese país se hace todos los años, siempre el 1º  de septiembre. La  reunión de 2013 congregó a más de 1700 pelirrojos en la ciudad de Breda y entrór en el libro Guinness de los records.  Estas manifestaciones recuerdan el cuento corto de Arthur Conan Doyle “La liga de los pelirrojos”, aunque carecen de las intenciones criminales allí narradas.
En esta reunión argentina las expectativas no son ni por lejos llegar a ese numero. Al principio nos había parecido una mala idea que se reunieran en un lugar apartado y algo escondido,  y no en una plaza, por ejemplo. Ahora ya no lo es tanto: tal vez en un lugar tan abierto y expuesto estarían más  a la defensiva, como al principio de esta reunión. Una vez que el pequeño lugar estuvo totalmente lleno de pelirrojos, la confianza y la alegría de sentirse acompañados es notoria.
Por qué se juntan?
 –Tenemos que visualizarnos juntos y derribar los mitos que alrededor nuestro se dicen todo el tiempo, que traemos mala suerte, que somos tontos o las mujeres pelirrojas brujas o muy sueltas de cuerpo, me entendés, ¿no? Y a la vez tenemos motivos más serios, más adelante trabajaremos sobre la idea de hacer conocer que nuestros problemas a nivel salud son atendibles. ¿Vos sabias que a nosotros no nos agarra la anestesia como a todos? La mayoría de la gente se queda con nuestros problemas de piel pero nuestro gen mutante (sic) nos provoca otros trastornos y debemos hacer algo al respecto –dice Omar.
Llegan las cámaras de televisión y de manera comprensible todo se desordena. Ahora si la reunión parece ser una fiesta, los pelos se sueltan y los ojos verdes, que casi todos comparten, se abren aún más.
La reportera del canal 9 enviada a cubrir la nota es muy linda, muy simpática y… ¡pelirroja!  
– ¡Esta buenísimo porque voy a poder hacer la nota con conocimiento de causa! –dice-  No fue a propósito: en realidad, obviamente cuando se enteraron que esto estaba para cubrir,  dijeron Esto está buenísimo para que lo cubras vos,  pero la verdad que somos el único equipo que trabaja los sábados por la tarde.  Esto es muy loco… ¡es increíble!-
La  risa la desborda como a todos los “colo” que van llegando a la reunión, ahora sí en grupos homogéneos, y vemos cómo sacan los celulares para intercambiarse los números. Uno de los más activos en capturar números es un adolescente que va de una pelirroja a otra.
–Nunca  salí con una pelirroja, sería raro, qué va a decir el que nos vea, es que somos parecidos, como salir con un hermano –dice, poniéndose todavía más colorado.

A la hora de inicio de la reunión sólo eran siete y en menos de una hora ya eran más de cincuenta los que compartieron un momento de fraternidad que parecían necesitar. Los organizadores habían preparado unas charlas sobre salud, cuidados de la piel y chequeos más especiales, y luego una sexóloga dio consejos exclusivos para los rojos. El lugar, que al principio parecía tan grande, ahora se convierte en una caja pequeña en la que no se puede respirar y nos damos cuenta, nosotros, los no pelirrojos que de a poco nos fuimos convirtiendo en invisibles y salimos del patio hacia el bar, para ver como nuevos tímidos colorados se acercan por el pasillo de mesas prontos a convertirse en orgullosos pelirrojos.

Claudio Buezas

domingo, 24 de noviembre de 2013

“Si no me acepto gorda tampoco me podré aceptar delgada”: los Comedores Compulsivos Anónimos y el peso de las palabras




            El 10 de junio de 1935 un corredor de bolsa neoyorquino y un cirujano originario de Vermont descubrieron en Ohio un hecho nunca antes advertido en toda su envergadura: cuando los alcohólicos en abstinencia conversan sobre sí mismos, sobre lo que les sucede cuando dejan el alcohol y sobre las razones por las cuales necesitan esa sustancia para vivir, olvidan por un rato sus ganas de beber. El corredor de bolsa y el cirujano, alcohólicos ellos mismos, habían intentado ya, cada uno por distintas vías, dejar la bebida en varias ocasiones, pero sin ningún resultado. Mediante su descubrimiento, en cambio, consiguieron lo que no habían podido lograr cada uno por su cuenta. 
            Veinticinco años después, en Los Ángeles, surgió la idea de que ese mismo método que había servido a los alcohólicos quizá podría servir también a quienes no podían dejar de comer de forma compulsiva. Así surgió Comedores Compulsivos Anónimos. Esta es la historia de unos pocos comedores compulsivos argentinos en recuperación, sobre sus reuniones y su inframundo. También es una historia sobre la gordura y la comida. Y también sobre las palabras. Pero no nos traguemos todo a la vez.

Ir por un café

            A ese que viene ahí le vamos a llamar Gustavo.
             –¿Vos sos Camilo?
            –Sí.
            –Sos muy expresivo: te veías totalmente perdido.
            Gustavo me gasta como si ya nos conociéramos. En cierto sentido es así: hemos hablado por teléfono, nos hemos cruzado mensajes y nos reconocimos de inmediato. Sin embargo, algo no cierra: yo esperaba encontrarme con alguien obeso y Gustavo está lejos de serlo. Que esperaba encontrarme con alguien obeso es un decir. No lo “esperaba”, puesto que estaba seguro. Más tarde, cuando repase mentalmente la tarde, esa seguridad me parecerá de lo más absurda. Es un poco como quedar con un alcóholico anónimo y suponer que lo encontrarás completamente borracho.
            Junto a Gustavo viene alguien a quien podríamos llamar, por ejemplo, Nelson. Tampoco él coincide con mi imagen mental de un comedor compulsivo: vino en bici y ropa deportiva y rápidamente estamos conversando, como dos avezados ciclistas, de las bondades y limitaciones de las bicicletas plegables. A la comedora compulsiva que se suma de última al café, esa rubia de ojos claros, la vamos a llamar Claudia. Y si el estereotipo no funcionaba con Gustavo ni con Nelson, tampoco va a funcionar con ella, porque Claudia es una mujer radiante y desenvuelta, de unos treinta y tantos años que ahora sí, definitivamente, ha puesto en crisis mi idea de cómo luce un comedor compulsivo.
            Los tres son de un hablar raudo y certero, así que con permiso, voy a ponerle play a la grabadora mental.

Comer para no sentir

            –Mirá: yo llegué a pesar 20 kilos más de lo que peso ahora –dice Gustavo. Después de un tiempo me fui de los grupos, pero volví luego de un infarto. Salí del hospital y me di cuenta que tapaba todo mirando a la heladera. Para mí comer era como usar una droga: utilizaba la comida para no sentir.
            Intento imaginar a Gustavo con 20 kilos más pero no logro hacerme la imagen.
            –El asunto no tiene nada que ver con el hambre. Esto que te voy a decir no es algo que por ahí se diga en OA [Comedores Compulsivos Anónimos por sus siglas en ingles: Overaters Anonymous] pero es algo que yo pienso: una cosa es el hambre de Dios, el hambre que me recuerda que tengo que comer para vivir, y otra cosa es el hambre que me hace comer lo que no quiero.
            –¿Pero no es un poco confuso el límite? –reparo–. Alguien que se declara alcohólico o que considera que tiene problemas con el resto de drogas comienza su rehabilitación deteniendo su consumo. Pero ustedes no pueden dejar de comer.
            Claudia interviene como si enseñara a un niño a multiplicar 1 por 2.
            –En realidad, para nosotros el límite es muy claro. Venís de hacerte daño con la comida. Hay un termómetro interno que te dice de inmediato cuándo estás comiendo para satisfacerte y cuándo no.
­            A medida que la conversación avanza voy comprendiendo mi propio prejuicio: creer que un comedor compulsivo es necesariamente una persona obesa implica una visión bastante pobre del asunto. Claudia me explica –y más tarde tendré oportunidad de confirmarlo con mis propios ojos– que en los grupos de OA convergen, entre otros, obesos, anoréxicas, bulímicos y gente que sube y baja de peso repetidamente. En suma: gente que tiene un problema con su forma de comer. El asunto es la relación con la comida, no la comida per se.
­            –Yo, por ejemplo, llegué por un exceso de peso –añade Gustavo– pero algunas veces tuve comportamientos y actitudes anoréxicas o bulímicas. Por ejemplo, si en una fiesta comía de más me decía a mí mismo que no importaba porque luego, de última, podía tomarme un laxante. O por ejemplo: comía de más y luego pensaba que mediante una sesión extrema de ejercicios podía compensar.
            Nelson andaba trayendo los cafés, pero ya volvió.
            –Y al ser la comida una práctica que reúne a la gente, ¿no se les complica estar en actividades sociales que giran en torno al comer?
            –Es que el problema no es la comida. El problema es comer para no sentir.

La voz de los especialistas

            Nelson va al nutricionista desde que cumplió los once años. Los comedores compulsivos anónimos no reniegan de otras alternativas o tratamientos para lo que, por comodidad, voy a llamar acá “desórdenes alimenticios”, pero en el tono se adivina que se trata de tratamientos con una lógica distinta a la de OA. De hecho, mientras que la ciencia parte confusamente de que los trastornos de la alimentación se originan en una suerte de híbrido entre la dejadez moral y la patología médica, los 12 pasos que los OA adaptaron de Alcohólicos Anónimos parten de la premisa de que sólo se puede superar una adicción cuando uno admite que la tiene. A partir de ese primer paso referido a la admisión de una incomodidad con las propias prácticas alimentarias, el comedor compulsivo emprende en OA un camino compuesto por once pasos más en busca de un bienestar físico emocional y espiritual que apenas tiene que ver con dietas o regímenes alimentarios. Según Nelson, sin embargo, los nutricionistas comprenden cada vez más la ineficacia de las dietas. Para él, lo que dicen los expertos se asimila cada vez más a lo que se recomienda en los grupos de OA.
            No obstante, esto no siempre fue así. Un breve recorrido por la literatura especializada revela, en efecto, que la gordura fue “inventada”, en parte, por instituciones médicas y sanitarias.  Que el comer posee una dimensión simbólica que trasciende la necesidad natural es algo que se sabe desde que Lévi-Strauss publicara su estudio Lo crudo y lo cocido.  Dado este hecho, los especialistas señalan que la preparación e ingestión de alimentos ha poseído una dimensión cultural desde los inicios de los tiempos. En otras palabras, como indica el historiador de la ciencia Paolo Rossi en su libro Comer: necesidad, deseo, obsesión, “las maneras de nutrirse pueden decirnos algo importante no sólo acerca de las formas de la vida, sino también acerca de la estructura de una sociedad y las reglas que le permiten perdurar y desafiar al tiempo”. Si el acto de comer posee una veta cultural, si los alimentos y su ingestión no dependen por completo de necesidades biológicas, las instituciones sociales vinculadas al ámbito alimentario sin duda juegan un papel en lo referido a los desórdenes de alimentación.
            Según la Historia de la gordura del teórico francés George Vigarello, “lo gordo” no sólo surge como estigma a partir de la patologización del grosor corporal, sino que además la propia noción de gordura es el resultado de un lento avance de unos saberes que, como el saber del médico, sustraen a la gordura su viejo hálito de prestigio (surgido en el marco de las tremebundas hambrunas medievales) y la convierten en un problema.  Para Vigarello, el avance en la estigmatización de la gordura se da entonces de la mano no solo de cambios en la percepción de la estética corporal (cambios que se consolidarán solo de forma tardía, a inicios del siglo XIX) sino también, y sobre todo, de la mano de una medicina que inventará balanzas, promedios “sanos” de peso y formas dramáticas de describir la abundancia de carnes. De modo tal que la misma medicina que hizo posible la “invención” de la gordura, se rasga ahora las vestiduras indagando las razones por la cuales miles de personas le temen. Esto por no hablar de la sobreoferta de alimentos (cuya dramática contrapartida es el hambre de millones de personas en los márgenes del mundo) que es la que, en última instancia, posibilita la obesidad y sus reversos: la anorexia y la bulimia.
            Pero volvamos a Nelson.
            –A mí ir al nutricionista me ha ayudado, pero los grupos son los que me han permitido mantenerme. Cuando llegué a OA pesaba 40 kilos más de lo que peso ahora. A mí la nutricionista me dice “Usted no tiene que hacer una dieta”, y es lo mismo que decimos nosotros.
            –Yo muchas veces logré bajar de peso con esos métodos, pero el tema, luego, era sostenerlo –añade Claudia.
            Dentro de la filosofía de los Comedores Compulsivos Anónimos no hay una receta para bajar o subir de peso. De hecho, bajar o subir es secundario. El programa, más bien, está concebido para practicarse en primera persona, como una búsqueda personal exenta de  gurús. Cierta caricaturización de los programas estilo Comedores Compulsivos Anónimos señala que se trata de programas de autoayuda. Pero “autoayuda” es Paulo Coelho. Esto se trata, más bien, de Nelson encontrando algo que le ayudó a bajar 40 kilos para poder moverse. Se trata de Gustavo saliendo del hospital y encontrando una manera de salvar su vida luego de un infarto.

La reunión

            Para comprender la diferencia entre los comedores compulsivos y Paulo Coelho me bastó con entrar al grupo. Mi asistencia es en carácter de invitado, por lo que procuro sentarme en un rincón para no perturbar. Una vez al mes, en este grupo en particular (pues en la Argentina existen varios más), se realiza una reunión “abierta”, a saber, una a la cual pueden asistir invitados.  Lo que me dijo Claudia respecto a la diversidad en la composición del grupo queda ahora confirmado: la conformación es tan variopinta que entre las 11 personas que asisten a la reunión de hoy es más sencillo encontrar diferencias que similitudes. Si alguien entrara en este cuarto y tuviera que adivinar qué reúne a estas personas, la tendría difícil. Además de Nelson y Gustavo, de quienes ya sabemos algo –Claudia se fue cuando terminamos el café– vamos a decir que acá hay diferencias no solo de contextura, sino de edad, clase social, género, origen y proveniencia profesional. Lo único en común entre los once cuerpos de esta sala es que tienen problemas con la comida y que buscan una manera de sobrellevar esos problemas.
            Peor he aquí que sucede algo interesante: a diferencia de la fórmula simplona de la dieta, o de la cifra estándar de las 2000 calorías de los nutricionistas, acá cada quien debe dar con su propio método. Lo que sirve a un OA no tiene que servir a otro; lo que se abstiene de comer un OA no necesariamente está vedado para todos los otros. A diferencia de las fantasías individualistas de la autoayuda (basura del tipo “solo tienes que proponértelo para lograrlo”) me encuentro con once reflexiones singulares: once formas de ver el mundo. No obstante, entre la observaciones de uno y otro se teje un sentido, una verdad colectiva. Algo que no es solo la sumatoria de once visiones individuales.

El género de la gordura

            ­–A diferencia de otros grupos de 12 pasos –me había explicado Gustavo en el café– en OA hay más mujeres que hombres. Supongo que para una mujer está peor visto estar gorda, por lo que hay más presión para ellas en lo referido a la alimentación.
            ­–Sin embargo el sufrimiento es el mismo –agrega Nelson.
            En la reunión tengo posibilidad de constatar lo que ha dicho Gustavo: son tres varones por ocho mujeres.
            –Inclusive los libros que usamos están escritos en femenino. ¡Algunos compañeros cambian el género cuando les toca leer en vos alta!  Donde dice “nosotras” leen “nosotros” –dice entre risas Gustavo.
            De costado vuelvo a ver a Claudia. No puedo evitar pensar en la ironía de que cuando las mujeres defienden un uso neutral del lenguaje reciben todo tipo de críticas, pero cuando sucede al revés, no. Pero esa es harina de otro costal (¿o no?).
            –Lo importante es que aquí no discriminamos: cualquiera es bienvenido –sentencia Nelson.
            En su Historia de la gordura, Vigarello da cuenta de la génesis de esas diferencias en la percepción del peso según el género, y se refiere, inclusive, a “dos universos de cultura adiposa”. La explicación histórica se da en términos de percepción de la belleza: mientras que desde finales del siglo XVI se consolida una belleza masculina asociada al “afuera” y al encuentro con las cosas y las personas, la belleza femenina queda signada por el “adentro”, es decir, se constituye como una belleza decorativa. En su ensayo “El cuerpo y sus descontentos”, la filósofa uruguaya Laura Gioscia apunta: “La gordura termina haciéndonos un favor: nos muestra la relación entre el sexo y el entramado social”.
            Sin embargo, independientemente de estas consideraciones, como lo señala Nelson, la difusión y aceptación de normas y prohibiciones en términos alimentarios, acaban alcanzando y haciendo sufrir a cada vez más personas (no sólo a los varones, sino, por ejemplo, cada vez más a adolescentes y niños). La concepción de la OMS de la obesidad como epidemia sugiere precisamente eso: que la obesidad la puede sufrir cualquiera, independientemente de su género. Se trata de un diagnóstico, cierto, pero que también puede operar como amenaza, con lo cual volvemos a la paradoja de antes: la de una medicina que por un lado prescribe la delgadez pero que luego se lava las manos con respecto a fenómenos como la anorexia y la bulimia.

El peso de las palabras: de vuelta a la reunión

            ¿Qué se hace en las reuniones? Es simple: hay una moderadora que anota los nombres y se encarga de dar la palabra a los participantes. Cada uno/a habla de su día, de las dificultades que encontró, de su estado emocional y de cómo intentó hacerse cargo de sí en las diferentes situaciones que enfrentó. Cada uno/a explica la manera en que utilizó las consignas de los OA para atenderse y no tener que comer compulsivamente. Cada uno/a habla sobre sí, sin dar consejos ni prédicas redentoras. ¿Es eso todo lo que hacen los OA, hablar?
            Si. Bárbara comenta sobre su temor a las fiestas y a enfrentar las desaforadas comilonas colectivas de fin de año. Ana dice que está convencida de que si no se acepta gorda, nada le garantiza que algún día se logre aceptar si llega a estar delgada. Lucía cuenta que logró seguir el plan de alimentación que se había escrito para sí misma al levantarse en la mañana. Alguien habla de sus desencuentros con un guardia de seguridad y de cómo logró manejar la situación sin tener que atiborrarse luego de comida. Julia refiere sus dificultades para manejar el ruido nervioso del vecindario sin dulces ni atracones. Mariana dice que no sabe muy bien si cree en Dios o no, pero que al menos sabe que al asistir al grupo ya no se siente tan sola.
            Y ese que está sentado ahí, soy yo.
            ­—Camilo, sobre un tiempo de la reunión. ¿Querés decirnos algo?
            No dije nada.
            ¿Eso es todo lo que hacen los OA, hablar? Sí. Pero es que las palabras también tienen su propio peso.

Nota aclaratoria
            Los nombres utilizados en esta crónica, a petición de los entrevistados, han sido cambiados para preservar su anonimato. Los entrevistados han solicitado, además, que la presente nota consigne que los grupos de OA son libres, gratuitos y confidenciales. Para más información sobre los grupos de OA a nivel mundial visítese www.oa.org o, en castellano, espanol.oa.org


Camilo Retana

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los virajes de Walsh



Lo primero que impacta de El violento oficio de escribir, prolija y documentada recopilación de artículos periodísticos de Rodolfo Walsh a cargo de Daniel Link es la amplia y diferente temática que el escritor desarrolló, siempre con un estilo literario muy pulido y siempre meticulosamente documentado. El libro está ordenado en forma cronológica, lo que permite seguir el derrotero ideológico de Walsh y tener algunas claves para entender las razones de su compromiso político.
Hacia 1944 Rodolfo Walsh trabajaba como corrector de pruebas y traductor de novelas policiales para la Editorial Hachette de Buenos Aires. En 1953 compiló la antología Diez cuentos policiales argentinos, y publicó Variaciones en rojo, su primer libro, de cuentos policiales.  A partir de 1951 ingresó en el periodismo. Comenzó en las revistas Leoplán y Vea y Lea. La primera crónica recopilada es sobre el escritor estadounidense  Ambrose Bierce y su misteriosa muerte, como un ejemplo de las notas sobre literatura y escritores que Walsh escribía para la revista  Leoplán  entre 1953 y 1955. A partir de la Revolución Libertadora, a la que adhiere por algunos años, comienza con temas de interés general en la misma revista. Ejemplo de esta adhesión es la crónica elegíaca sobre el piloto de la aviación naval Eduardo Estivariz, camarada de armas de Carlos, el hermano de Walsh, que cae combatiendo a las tropas leales a Perón cerca de Bahía Blanca.
En 1956, cuando en un café de La Plata alguien le dice: "Hay un fusilado que vive" la frase desata en Walsh su inagotable afán investigativo. Le atrae como periodista la existencia de un fusilado, le atrae la posibilidad de convertirse en un periodista-detective Los descubrimientos que va haciendo son como intersticios por los cuales se iba filtrando un rayo de luz en su conciencia, que todavía no comprendía el drama social y la lucha de clases que se estaba produciendo en la República Argentina. Es el punto de quiebre en el que comienza su viraje político y el compromiso social que ya no abandonará.
A partir de la crónica “ Yo también fui un fusilado” , donde cuenta la historia del obrero Juan Carlos Livraga, uno de los sobrevivientes de la masacre de los basurales de José León Suárez en junio de 1956, Walsh cambia su prosa. Es la primera de una serie que publicó durante los primeros meses de 1957 en la revista Revolución Nacional, y fueron el embrión de lo que iba a ser el libro Operación Masacre. La crudeza con que va describiendo las escenas de los fusilamientos, la contundencia de las pruebas y testimonios, la condena al accionar de la policía bonaerense, van dejando atrás al Walsh de las crónicas literarias.
Algunos de sus artículos “pasatistas”, que publica el Leoplán hasta 1959, como “Lenguaje universal cifrado”, “El fin de los dirigibles” o “Los métodos del FBI”, los firma, quizás por pudor, con el seudónimo Daniel Hernández ( protagonista de su libro Variaciones en rojo ). Viaja a Cuba en 1959 como enviado de Leoplán y se integra a  la agencia de noticias Prensa Latina, recién fundada a instancias del Che por Jorge Masetti. Esta experiencia marca el otro viraje en la mirada de la realidad de Walsh. A partir de aquí, todas sus crónicas, cualquiera sea el tema, incluyen los padecimientos de los postergados del sistema.
De regreso a Buenos Aires, comienza a publicar en las revistas Panorama, Adán y Georama. Los yerbatales paralizados de Misiones durante el gobierno de Illia, mientras se importaba yerba de Brasil; el leprosario de la Isla del Cerrito, con sus estrecheces económicas y las miserias y heroicidades de sus internados; Carnaval Caté, sobre el carnaval de Corrientes, con sus fastuosos trajes y las  rivalidades entre las comparsas en el medio de la gran inundación del 66 y el drama de los evacuados; las ciudades fantasmas del Chaco y Santa Fe tras la retirada de la tristemente recordada compañía inglesa La Forestal, la industria de la carne en el barrio de Mataderos, la generación de la energía eléctrica en Buenos Aires, son algunos ejemplos de esta nueva mirada donde pone al desnudo las diferencias de clase de la sociedad y la violencia económica del sistema. En todas ellas resuelve la contradicción aparente entre crónica periodística y prosa literaria .En sus escritos están los documentos, los datos duros, los testimonios, pero también está el paisaje, las descripciones intimistas, es decir la pluma literaria aplicada al periodismo.
Las crónicas de Walsh tienen un tratamiento tal que raramente es el cronista el personaje central; sólo aparece cuando el relato lo necesita. Los protagonistas son los hacheros, los cazadores del Iberá, el foguista  del absurdo tren que recorre los pueblitos de Corrientes. Una de las primeras crónicas desde Cuba, relata como Walsh descifra un mensaje encriptado que permite descubrir los planes de invasión de EEUU a Cuba, con aliados de países de Centroamérica.
A partir de su vinculación con la CGT de los Argentinos que dirigía Raimundo Ongaro, donde Walsh  dirige el periódico de la organización, comienza a desvincularse de las notas de interés general y se dedica exclusivamente al periodismo político en el diario La Opinión, las revistas Primera Plana y Extra y más tarde en el diario Noticias, vocero oficioso  de la organización Montoneros, fundado entre otros por Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso.
En las crónicas destinadas al análisis de la lucha del pueblo palestino, Walsh relata con crudeza el accionar de las fuerzas israelíes contra las poblaciones civiles con el objetivo de desalojarlos  de sus tierras y  revela datos históricos fundamentales para la comprensión de la problemática de Medio Oriente.
La recopilación cierra con la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, un día antes de su asesinato por parte de un grupo de tareas de la Marina. Toda una paradoja. Walsh, que en su juventud soñaba con ser piloto naval, termina emboscado y muerto por la Armada. 
                                                                                                                     Susy Estévez


martes, 12 de noviembre de 2013

Las alternativas de Pablo Ferreyra


“Estoy afuera”. Recibido: 11:04:06, 7-11-13. Dejo de buscar entre las mesas del bar de Aníbal Troilo 901 y encuentro a Pablo Ferreyra con una alborotada mata de pelo negro dentro de remera gris topo y saco gris perla, sentado de frente a la avenida Corrientes, leyendo Historias de perros, entrevistas a militantes del PRT-ERP. El legislador electo por Alternativa Popular (acompañando las candidaturas nacionales del Frente Para la Victoria) para el período 2013-2017, que reconoce haber estado muy cagado mientras esperaba los resultados de la elección, se pregunta retóricamente y en voz alta qué fue lo que le paso a Humberto Tumini (ex guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo, actualmente integrante del Frente Amplio Progresista). Pablo Ferreyra no termina de enterarse que a partir del 10 de diciembre asumirá como parlamentario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La represión del 20 de diciembre de 2001 alcanzó a Ferreyra en una de las columnas que, partiendo de Congreso, intentaban llegar a la Plaza de Mayo. Creía en la revolución y una era nueva. La línea del Partido Obrero y su activa militancia lo habían convencido de que aquel era el momento tantas veces esperado y tantas veces estudiado: la toma del poder (yo no le creería nada al Pablo del 2001, admite). Tenía 22 años y cuando no militaba cursaba dirección de fotografía en la Escuela de Arte Fotográfico de Avellaneda, aunque nunca se recibió. Comenzó a dudar de la utopía revolucionaria cuando divisó la brecha entre los lineamientos del partido y las exigencias de las Asambleas Populares: vos no podés ir a hablarle a Pablo Verdulero sobre la toma del poder por parte de los trabajadores; el tipo está pensando en otra cosa.
¡PI-QUE-TE-ROS, CARAJO! Grita, aunque en voz muy baja, al recordar la manifestación del 26 de junio de 2002. Desde la avenida Mitre, Néstor Pitrola, dirigente del PO con quien tenía buena relación, lo había mandado a reconocer el escenario que deberían enfrentar los piqueteros en Avellaneda –no tenía mucha facha de piquetero–: efectivos de prefectura, gendarmería, policías federal y bonaerense aguardaban para cumplir la orden de evitar la interrupción del Puente Pueyrredón. Las columnas recibieron las primeras balas de goma y las granadas de gas lacrimógeno que llovían desde arriba del puente. Ferreyra corrió y corrió (sin saber que había un chico como él pero que se llamaba Darío Santillán y que lo baleaban) desandando sus pasos por la avenida Mitre hasta la Escuela de Arte Gráfico de Avellaneda, donde cursaba, pero le negaron refugio. Llegó a la Plaza Alsina (no conocía a Maximiliano Kosteki, fusilado por la policía) y avisó a mamá Beatriz preceptora de colegio y a papá Ricardo repositor de Coto que estaba bien.
Comenzó a replantearse sus ideas revolucionarias y al año siguiente le costaba creer que se había emocionado con el discurso de asunción presidencial de un peronista poco conocido; hablaba de soñar ¿Qué?
 Su propio desgaste y una suma de factores que van desde discrepancias intelectuales hasta la imposibilidad de planificar proyectos personales lo llevaron a romper definitivamente con el Partido Obrero en 2004.  Sale Sarandí, entra Villa Crespo y  cambia la soltería por la convivencia con su novia Carolina Dursi, la militancia fervorosa 24x7 por actividades organizadas y planificadas con tiempo –es muy distinto el militante porteño que el del conurbano–.  Trabajó de fotógrafo para las revistas Playboy y El Gourmet.  El discurso de Néstor Kirchner germinó dentro de Ferreyra y lo llevó a lograr una identificación kirchnerista para cuando se produjo el lockout agropecuario de 2008. Mientras el mayor de la familia pasaba del PO al kirchnerismo, el menor de los Ferreyra, Mariano, pasaba de organizar un centro de estudiantes a militar en el mismo espacio que había desencantado a su hermano.
“Todo va a estar bien”, le dice Carolina en la sala de espera del Hospital Argerich, luego de bajar del taxi (vamos volando) que había tomado después de salir corriendo del laboratorio fotográfico de La Lucila a donde lo habían llamado para decirle que a Mariano le habían pegado un tiro en la panza en una emboscada policial cuando se manifestaba contra la tercerización de los trabajadores de los ferrocarriles. Y no iba a estar bien un carajo, pensó Pablo y se enojó con su mujer. Los médicos se pasan la pelota y los hacen deambular por el hospital, intentando comprender qué era lo que había pasado, cómo y por qué. Desconocía la militancia de Mariano con los tercerizados y apenas discutían de política. Tampoco era conciente de la magnitud que representaba el asesinato, su alcance público: Yo no podía creer que estaba escuchando por la radio que habían matado a mi hermano, que se estuviera movilizando tanta gente, creí que sería algo marginal. Y cuando volvimos a casa había una guardia periodística esperándonos. Al día siguiente, Pitrola y otros dirigentes del PO se acercan a manifestar su solidaridad y a discutir cómo sería el velorio, la posibilidad de que Jorge Altamira pronuncie un discurso, y Pablo no quiere saber nada. Y del PO dicen que Mariano era del Partido y Pablo no quiere saber nada. Tres días más y los que se acercan son Lucas Carrasco, Franco Vitali y Santiago “Patucho” Álvarez, quienes le ofrecen una reunión con la presidenta de la Nación a realizarse esa misma semana. Pero la muerte del primer caballero y ex presidente la postergan hasta diciembre.
Entretanto, durante el juicio por el crimen de Mariano Ferreyra, Pablo se reencontraba con los pensamientos que lo habían alejado del partido revolucionario, y dice que desde el PO manejaban la situación con una liviandad vergonzosa. Desde la agrupación trotskista acusaban a Pablo de mostrarse junto a los encubridores del ferroviario José Pedraza, ya que éste formaba parte de la CGT, aliada por entonces al gobierno de Cristina Fernández. Yo me banco la contradicción, respondía él, argumentando –como lo hace ahora que no puede atribuírsele al gobierno la misma responsabilidad que a Pedraza o a Cristian Favale (autor material del crimen).
Mientras relojea la garúa incipiente que baña los adoquines, Ferreyra considera que el próximo presidenciable kirchnerista debe ser un duro; un pingüino y no arriesga nombres.  Mientras mira el celular, explica que él busca construir desde el ala izquierda del movimiento, enfocándose en  el acceso a la vivienda y la seguridad de las personas que viven en el sur de la ciudad (los votos que consiguió allí doblan los obtenidos en el norte porteño). Mientras pide la cuenta redondea los puntos básicos de su campaña y se despide amablemente.

 Patricio Torres Díaz

Aníbal Gotelli: el porteño menos votado





1.

La voz que responde al contacto del dedo sudoroso con el timbre 7mo E no es la de Aníbal Gotelli, sino la de una secretaria. Quisiera comenzar diciendo que la voz es de la secretaria personal de Aníbal Gotelli pero eso no fue lo que pasó. La voz es de Victoria Troiano y eso lo sé porque es lo primero que apunto luego de secarme el sudor de las manos en el pantalón y de sacar mi libreta de notas. Lo sé porque escribí mal Troiano y Victoria se dio cuenta y me corrigió y de seguro notó que la mano sudorosa mojaba el papel, del cual intenté desviar su atención haciendo una pregunta que no me hiciera parecer estúpido, aunque ya era demasiado tarde porque Victoria no es la secretaria personal de Aníbal Gotelli, y porque apenas lo conoce, y porque no sabe bien qué estoy haciendo ahí, ni porqué la quiero entrevistar, ni porqué quiero hacer una crónica sobre Aníbal Gotelli. Esto último tal vez se sepa acá. Pero tal vez no.

2.

Entre el Centro Disciplinario de Estudios Culturales dirigido por Aníbal Gotelli y la Secretaría de Cultura en la cual Gotelli labora como Jefe de Ceremonial hay en medio poco más de veinte cuadras.  Veinte cuadras que, sin embargo, parecen una frontera que acaso dividiera dos países: el país del Microcentro y el país de la Recoleta. En Alvear y la 9 de julio, por ejemplo, hay una sesión fotográfica con una modelo. Tres cuadras más allá hay una galería de arte alfombrada con guardia de seguridad en la entrada. Dos cuadras más allá pasa el bus turístico. A media cuadra de la Secretaría de Cultura la pizarra afuera de un bar ofrece el siguiente menú: “Shortbread, cookie, scon, brownies, biscottis, madelain, muffins”.

3.

El partido Convergencia Popular Porteña (CPP) disputó por primera vez en su historia la legislatura porteña en las elecciones efectuadas el 27 de octubre pasado. Con Aníbal Gotelli a la cabeza, esta fue la primera ocasión en la que CPP se lanzó a participar de unas elecciones.

Sin embargo, los integrantes del partido, nucleados en el Instituto para Pensar Buenos Aires (IPEBA) vienen desde hace algunos años ensayando un diagnóstico sobre el estado actual de la Ciudad de Buenos Aires. En opinión de Gotelli, cerebro del IPEBA y del CPP, Buenos Aires tendría que volver a ser una ciudad amigable, justa, ordenada, educada y productiva, características de las que la Buenos Aires de hoy, según el político, carece. Para Gotelli, estos objetivos solo son conseguibles mediante la convergencia, es decir, mediante una confluencia de la cual el partido CPP pretende ser el centro.

Pero CPP no ganó las elecciones. Por ahora, tampoco estuvo cerca. ¿Por qué?

3.

Es la primera vez que ingreso a un edificio de oficinas ubicado en Recoleta y seguramente va a ser la última. En la entrada no me espera Aníbal Gotelli, sino la Señorita de Información. No quiero pasar más vergüenzas, de modo que no pregunto nombres. Solo me siento y espero.

4.

—Si tuvieras que definirte como persona, ¿cómo lo harías?
—Como un trabajador. Soy un adicto al trabajo y no tengo problemas en aceptarlo. No tengo hobbies, no tengo vida sentimental. Tengo dos hijos que ya están grandes y que también trabajan. Soy un amante del trabajo.

5.

Alguien debe haber estudiado alguna vez el fenómeno por el cual, en cualquier enfrentamiento deportivo, los observadores en principio imparciales tienden a identificarse con el equipo chico en lugar de con el equipo grande. Tiene que haber, en algún lado, un estudio del tipo “la Universidad de Michigan ha demostrado, mediante un reciente sondeo, que la razón por la cual los equipos chicos despiertan simpatías por sobre los equipos grandes, etcétera etcétera”. Lo que no debe haber es un estudio de porqué lo que es cierto en el deporte no lo es en la política. ¿Por qué los equipos chicos despiertan simpatía y los partidos políticos chicos suscitan indiferencia? ¿Por qué resulta más sexy simpatizar, digamos, con el Club Atlético Atlanta que con un partido minoritario? Muchachos de la Universidad de Michigan: he ahí un nuevo tema de estudio.

6.

—¿Cómo fueron los resultados en los comicios?
— Obtuvimos pocos votos.
—¿Era lo esperado?
—Sí.
—¿Cómo valoran esos resultados?
—Como experiencia fue buena.
—¿Cuántos fueron los votos obtenidos?
—Cuatro mil novecientos cincuenta y tres es el dato oficial del Tribunal Electoral.

7.

Dentro del debate que divide la Capital entre los simpatizantes del macrismo, los de la Unen y los que adscriben al Frente para la Victoria en apoyo al Gobierno Nacional hay un espectro de alternativas políticas. Gotelli señala que el suyo forma parte del total de 17 partidos que disputaron la legislatura porteña. No obstante, las desigualdades económicas y de cobertura mediática dejan por fuera del mapa electoral a la mayoría de los partidos políticos. De muchos de los otros 14 partidos, de hecho, los más de dos millones y medio de electores saben poco y nada.

En un padrón de 2.500.000 la tajada se divide entre pocos partidos. De esa tajada, CPP obtuvo alrededor del 0.1%, cifra que lo convierte en el partido con menos votos, y a Gotelli, como cabeza de lista, en el candidato menos votado.


8.

—Usted señala que algunos candidatos son fruto de construcciones de marketing y profiere algunas críticas a la utilización de las redes sociales como plataforma para el intercambio político.
—Si. Bueno, usted es periodista, debe saberlo. ¿Vio la cantidad de minutos que tuvo UNEN en la televisión? ¿Pudo apreciar la poca cantidad de ideas de sus candidatos?

9.

Aníbal Gotelli viste un traje entero, y usa el pelo engominado hacia atrás. El aspecto es el lógico en un Consultor Nacional e Internacional en Ceremonial Empresario e Institucional. Sus ademanes también: es sobrio, locuaz, cortés.

—¿Qué aspectos considera trasladables de su profesión al ámbito de la política?
—Me considero un organizador, un buen armador de grupos. Lo que la gente me dice es que soy bueno tomando decisiones. Y yo lo creo.

10.

Tenía pensado preguntarle a Gotelli su película favorita. La considero una pregunta tonta, pero que revela aspectos profundos de la personalidad humana. Sin embargo, Gotelli no ve películas.

—Si usted me pone, por ejemplo, un documental sobre la salud en Jujuy yo lo veo. Si tiene aplicaciones prácticas lo veo, pero ponerme a ver una película por ponerme a ver una película no lo hago.
—¿Libros?
—Eso sí: me gustan las biografías, los libros de coyuntura (como por ejemplo Los últimos días de Franco). En general me interesan los libros sobre las crisis políticas.
—¿Hay algún libro que lo haya marcado particularmente en algún momento de su vida.
Diplomacia, de Henry Kissinger. Ese libro me enseñó cómo Estados Unidos mantiene dividido al mundo a través de sus relaciones diplomáticas con los diferentes países.

11.

—Hay algún personaje de la historia de la política argentina que usted admire?
—Sí: Juan Domingo Perón.

12.

Las manos ya no me sudan. He descubierto que tengo en común algunas cosas con Aníbal Gotelli y el hecho me parece simpático, inesperado.

—En su blog usted habla del scoutismo ciudadano. ¿Podría definirlo?
—Creo que la juventud está librada a su suerte, a un materialismo exacerbado, a una lógica del sálvese quien pueda.
—Yo fui scout…
—Creo que en el scoutismo hay cosas valiosas para la juventud. Eso sí, creo que el scoutismo debe laicizarse, porque soy defensor del ecumenismo.
—…
—Aunque mis amigos scouts se enojen conmigo porque quieren el monopolio de los valores scout, creo que a la juventud le vendría bien algo de scoutismo.

13.


Salgo de la Secretaría de Cultura, adonde probablemente jamás volveré. Camino unas pocas cuadras pensando en Gotelli, en los partidos chicos, en el apellido de Victoria y en mi época de boy scout. Espero el cambio de luz en el semáforo. Pienso que algún día, quizá, alguien logre explicar por qué los partidos y los equipos chicos no despiertan las mismas adhesiones cómplices. Paso por el mismo bar del menú extranjero. Y creo, quiero creer, que Gotelli y yo, de encontrarnos de nuevo, nunca tomaríamos un café en ese bar.

Camilo Retana

domingo, 10 de noviembre de 2013

Orgullo incluyente



   "En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”
(Carlos Jáuregui)


Una amiga cuenta una historia mientras caminamos por Diagonal Norte en dirección a Plaza de Mayo: Cuando yo venía a estas marchas, en los 90, éramos cuatro gatos locos y la gente nos miraba raro. Íbamos tod@s amuchadit@s protegiéndonos, a veces con caretas de cartón o con pasamontañas, por el laburo o si pasaba alguien conocido ¿viste?, no paso mucho tiempo de eso y acá estamos ahora, haciendo declaraciones en los medios. Mi amiga es una militante por los derechos LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, travestis, intersex y queers) de hace muchos años. Integró uno de los primeros grupos de lesbianas que participaron de aquellas incipientes marchas del orgullo gay en Argentina. Y ahora habla de estas marchas, como la de esta tarde de sábado que arranca oficialmente en Plaza de los Dos Congresos y desemboca en Plaza de Mayo de la que soy parte como otros años, claro que sin tanto presentismo ni compromiso como mi amiga. Encolumnada, así estoy. Parte de una columna y como columna que soy, sostengo algo ¿pero, qué? El orgullo.  Pero ¿de qué? ¿De coger?, ¿de amar?, ¿de travestirse? ¿de elegir mi identidad de género? ¿de casarme? ¿de que en mi país exista una educación laica y libre? Orgullo de todo eso ( y tal vez de más cosas) en esta marcha. Pocos años han pasado, tiene razón mi amiga,  y los participantes ya no andan con pasamontañas ni temiendo por sus laburos. Se saludan, se gritan, se besan. Andan de la mano como andan todos los días.
Cuando llegamos al centro de la plaza, el gris del cielo contrasta con las olas de color y brillo con la que nos topamos por aquí abajo. Mucha lentejuela, tatuaje, morral y remeras con las más ingeniosas leyendas. Griteríos, empujones cariñosos, tacos y culos, muchos culos. A los costados de la plaza, las carrozas se van colmando de gente mientras en el escenario suena una cumbia ruidosa. Muchos caminan bailando, otros se acercan a los puestos que hay en la plaza dónde se puede adquirir desde un pin con el arco iris de la inclusión hasta un corte de pelo. Sí,  ahí mismo. Si cada ritual popular porta consigo una comida que lo caracteriza, podemos decir que aquí son los panes rellenos acompañados con cerveza. Están, claro está, los abonados a la plaza de todos, el clásico choripán o pancho. Pero en esta marcha abundan los hippies con sus canastitos decorados por ellos mismos ofreciendo panes con queso y cebolla, tartas de verdura o empanadas veganas. La comida no puede estar lejos de la diversidad imperante.
El viento se comienza a sentir y también las ganas de movilizarse. Desde las carrozas ubicadas sobre la calle Hipólito Irigoyen,  se empiezan a escuchar cánticos. Cada uno de los coches cuenta con un disc jockey propio, cosa que no se festeja, porque las músicas serán diferentes pero los gustos musicales, lamentablemente, similares. Al lado del Cabildo se juega una batalla simbólica, que seguramente no existía en las marchas de los años 90 de la que me habla mi amiga. Se está formando la línea del  “frente” que encabezará la marcha. Con una extensa bandera que dice Marcha del Orgullo Gay Educación sexual, igualitaria, libre y laica, se acomodan (en el centro) María Rachid, histórica activista lesbiana, luego responsable del Inadi y actual legisladora de la ciudad, (a su lado) el diputado porteño por el MST, Alejandro Bodart, (un poco más alejada) otra histórica militante, pero de la izquierda argentina, Vilma Ripoll. Detrás de esa primera línea de fuego, comienzan las banderas de las agrupaciones políticas: Partido Obrero, Las Rojas, La Cámpora Diversia, y más atrás, las agrupaciones del colectivo LGBTIQ. Una de esas banderas, no la más llamativa ni la más grande me llama la atención. Es una bandera pequeña sostenida por unas manos tímidas: Asexuales. Son dos chicas y un varón quienes están debajo de la bandera y marchan junto a Drags Queens de dos metros y medio y el culo al aire. Me acerco y les pregunto acerca de su agrupación. Se ve que están preparad@s para los interrogatorios y me alcanzan un cartón de unos 40 x 40 cm  con algunos tips explicativos: Los asexuados no tenemos sexo.- Amamos, tenemos pareja pero nuestra elección sexual es no tener sexo. Y nada más. No tenían, tampoco, intención de responder más preguntas. Ante tanto baile sexy, besos, cuerpos trabajadísimos y hasta alguna teta al aire por ahí, los asexuados con su pequeña bandera dibujan un color especial. El no tener sexo ya no es un síntoma de un posible trastorno: es una orientación sexual. Es la segunda vez que esta agrupación participa en la marcha, pero dicen que este año es especial porque algunas notas en los medios han despertado el interés y están creciendo. Ya flamea su bandera con más fuerza.
En su libro Orgullo ,Mabel Bellucci realiza una extensa biografía de Carlos Jáuregui, primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, militante y activista. El libro excede la biografía personal para dar cuenta de la historia de un movimiento. Cuenta Bellucci que hacia junio de 1992 por primera vez en el país, una semana del Orgullo Gay reunía a varias organizaciones que tenían actividades diversas para trabajar en conjunto. Algunas de estas agrupaciones eran: Gays DC, Convocatoria Lesbiana, Transdevi,  y el Centro de Documentación de la Sexualidad. Por primera vez estas agrupaciones mancomunaban esfuerzos para recordar el inicio de la lucha en contra de la discriminación y de la represión de las minorías sexuales. En el contexto de esas actividades de la semana del Orgullo, el 3 de julio se congregaron al lado del Cabildo para comenzar la primera Marcha del Orgullo Lesbiano y Gay que llegó a reunir en Plaza de Mayo a 300 personas. El diario Clarín  tituló una nota de esta manera: “Gays y lesbianas piden en una marcha que no se los discrimine”. Y agrega Bellucci que Carlos Jáuregui dio las primeras consignas con un megáfono: “Sin libertad sexual no hay libertad política”. A dos décadas de esa marcha, con dos leyes en vigencia que responden a los reclamos históricos del movimiento gay como son el casamiento igualitario y la identidad de género, la convocatoria es enorme. De 300 personas en 1992, hoy suman alrededor de 150 mil. Ayer con las caras tapadas, hoy con anillos y albúm de casamiento.
Una caminata con el oído despierto a las conversaciones ajenas puede dar cuenta de afirmaciones como esta: Esto es una mierda, una verdadera marcha tiene que ser con canas gay, con milicos putos, con curas, son ellos los que tienen que salir del closet. El pensamiento es claro: ya conseguimos tanto, que vamos por más. Habría que preguntar cuantos ahí  (sobretodo las travestis que son las más golpeadas por los códigos contravencionales que la policía pone en acción) marcharían content@s con policías o militares aunque se consideraran gays. Otra conversación: Antes se levantaba mejor acá. Está lleno de tortas. Esas palabras me dieron otra idea. La visibilidad lésbica costó más. Tanto que después de 23 años y de haber cantado hasta el hartazgo “Soy lo que soy”, Sandra  Mihanovich participa por primera vez de la marcha y cierra el día de actividades.
El orgullo es un sentimiento de satisfacción. De celebración de lo que creemos un mérito. Tener orgullo implica no esconder e incluso, mostrar estima por un comportamiento.  El orgullo gay es la respuesta al sometimiento de la heteronorma. Cuando ese sometimiento comienza a resquebrajarse, y  la heteronorma empieza a tener más de hetero que de norma, nuevos caminos deben abrirse y nuevas preguntas plantearse. La felicidad que se vive en la marcha puede ayudar a ambas cosas. Un cartel con la foto de la Pepa Gaitán, asesinada por el padre de su novia en 2011, recuerda en el medio de la fiesta que ese orgullo sigue siendo necesario.

Gabriela Borrelli Azara



jueves, 7 de noviembre de 2013

Medios en lucha

                     El delegado gremial de Perfil, Rubén Schofrin, habla a los trabajadores de prensa. Alfredo Herms-Argra.

Miércoles 6 de octubre, a las 13. En la esquina de Chacabuco y Moreno, frente a la editorial Perfil, hay una manifestación con gente en las veredas. Todavía no cortan la calle. Hay un camioncito cargado con cajas de sonido y se escucha la múica de los Redondos. El acto fue convocado por el Plenario autoconvocado de delegados de prensa escrita, radial y televisiva junto a la ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina) por la reincorporación de siete trabajadores de Perfil que fueron despedidos el jueves pasado en medio de las elecciones de delegados. El plenario decidió el paro hasta el dictamen reciente de conciliación obligatoria. Esta no es la primera vez que los trabajadores organizados salen a resistir los despidos de la empresa: decenas de trabajadores, por ejemplo los despedidos en octubre del 2012. han sido reincorporados de este modo.
En la otra esquina, un grupo extiende banderas cortando Chacabuco  a la altura de Alsina. Un auto de alta gama quiere doblar, le preguntan si va al garaje y lo dejan pasar.
Cuando me acerco, hablo con Esteban Bekerman, periodista deportivo y uno de los despedidos:
–Esto se inscribe en una política de ataque a la organización sindical de los trabajadores, estábamos en un área separada de los proyectos de medios propiamente dichos y de esa manera no contamos en sus presupuestos. Ahí a algunos compañeros se le dan tareas que no tienen nada que ver con su oficio o incluso se los deja sin tareas precisas en un limbo mortal como forma de presión. Otros, como en mi caso, hacemos tareas normales. Yo me encargo de la redacción y actualización de las páginas web de varias de las revistas. Esa tarea la tiene que hacer alguien porque si no hay clics en las páginas no hay ingresos por publicidad. Además, soy parte de la junta electoral para elegir delegados, de manera que lo que hicieron también es ilegal. Esto solamente se puede entender por la obsecuencia de algunos directivos con las consignas bajadas por Jorge Fontevecchia.
Hablamos un rato más y también me dice:
–Además, otro compañero y yo fuimos despedidos en la situación de que estamos esperando familia así que...
Lo que deja en suspenso es la bronca y la desazón, me queda claro, y la actitud irracional del empleador.
Empiezan a hablar los oradores. Se sumaron algunos manifestantes más: ahora son unos cien. Acá hay delegados de varios medios, comisiones internas elegidas al calor de la lucha. Está en juego la participación de miles de trabajadores y la organización sindical de los periodistas. El delegado gremial de Perfil, Rubén Schofrin, explica con voz estentórea que el paro de actividades se mantuvo desde el jueves pasado, como respuesta a los despidos y que ya se dictó la conciliación obligatoria. Lo interrumpen por primera vez los aplausos.
El sindicato oficial, la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, brilla por su ausencia en el acto, aunque no en la mención crítica de los oradores. Las últimas elecciones de la Utpba deberán ser realizadas nuevamente. La lista Multicolor, opositora a la actual conducción, había presentado un reclamo a la Justicia para que se depuraran los padrones electorales antes de los comicios, y para que la oposición tuviera su correspondiente copia. La Justicia hizo lugar al pedido y ordenó que los comicios se suspendieran hasta que el gremio cumpliera ese requisito. Mientras eso no suceda,  la oposición tiene pocas o ninguna chance de reemplazar a la dirección actual. La Utpba decidió desoír el mandato judicial y realizó los comicios de todos modos, sin la Multicolor, que se negó a participar. La Justicia los anuló y reiteró a la Utpba la orden de entregar los padrones a la lista opositora.
En el acto en Perfil, delegados de otros medios toman la palabra y se leen adhesiones de otras comisiones internas de canales de TV, radios. Diarios y agencias de Prensa. Una buena cantidad de delegados de esos medios están presentes. Se encuentra presente el secretario general del Sindicato de Prensa de Rosario, Edgardo Carmona quien a la hora de hablar recuerda la importancia que tiene para el interior lo que suceda en Buenos Aires.
Schofrin relata además que durante el paro, el diario recibió la visita del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti al que aprovecharon para entrevistar, preguntándole en particular sobre el artículo 46 del fallo sobre la Ley de Medios que hace mención a la posibilidad de despidos en las empresas de medios. Lorenzetti dijo que el artículo “se malinterpretó”.

Una vez que la agenda del día fue expuesta, los discursos pasan a problemas de fondo y recuerdan las consignas: no a la precarización, no a la multifunción, diversos nombres que abarcan la multitud de maniobras destinadas a sobreexplotar a los trabajadores. El movimiento gremial presente se siente lo bastante fuerte para ir por más, en la perspectiva de: “la recuperación del sindicato, o la creación de un sindicato nuevo”, según las consignas que se enuncian en el acto. Me voy con mis notas mentales y grabadas: estuve cubriendo una parte de la vida de los que viven de esto. Una imagen lejos del glamour de los medios, pero también un movimiento sindical inmerso en la tendencia al recambio que se hace tan necesaria en las instituciones representativas de los trabajadores, con algunas ventajas únicas y logros fuera de lo común. Lo que vi me deja expectante, como si hubiera presenciado el surgimiento, el brote de algo nuevo, la posibilidad de cambiar algo.
Tomás Amans