El 6 de febrero de 1999,
Víctor Manuel “El Frente” Vital fue acribillado por la policía. Tirado abajo de
la mesa de un rancho gritaba que no tiren, que se entregaba. El plomo policial
le destruyó la cara. Así murió el último pibe chorro “con código”. Así nace la
leyenda del ídolo pagano al que se encomendarán las siguientes camadas de
ladrones ofrendándole birra y porro para que este nuevo santito desvíe las
balas de la cana. Acá inicia Cristian Alarcon lo que serán dos años de visitar
y vivir la vida de la gente del tercer cordón suburbano. “Me sumergí en otro
tipo de lenguaje y de tiempo”, dirá. A través de este fusilado por la
“justicia” el cronista hará una autopsia de la clase media.
El nombre del pibito chorro
canonizado por la gente fue lo que le permitió entrar al territorio a Cristian
Alarcon. Es que el “Frente” Vital era muy querido. Se caracterizó por repartir
lo que obtenía del robo entre la gente de su zona. Durante el relato, la gorra se mostrará traicionera, mafiosa y
deshonesta. El que habla es el Cristian Alarcón de la villa. Parando en la
esquina, viendo como la jarra con ropi
(alcohol con pastillas rohypnol) pega la vuelta. Comiendo las pocas milanesas
que había en la casa. Así se fue metiendo en las vidas y las historias de `la
San Fernando`, un lugar que “desde afuera parece barrio pero adentro es puro
pasillo”. Así fue conociendo los laberintos que usan los ladrones que ahí viven
para perderle el rastro a los cazadores de la Federal. Pero la yuta no es el
único enemigo, también están los transas. Javi, quién desde la última vez que
salió de la cárcel trabaja como cartonero, sentencia: “A los transas no se les
tiene ningún respeto. Ellos, que podrían hacer la plata robando, poniendo caño,
se quedan ahí vendiendo porquería que le arruina la vida a la gente”. En el
libro, Alarcón presentará al difunto “Frente” Vital como el último pibe chorro
con “código”: eso significa que lo que roba lo comparte, que no le roba a la
gente de su barrio, que respeta a sus mayores y a sus referentes en el delito.
Significa que no es “un atrevido”.
La cárcel, el calabozo, los
reformatorios, los institutos de menores, los juzgados son los otros hábitat de
los entrevistados. En ellos van a ranchar
con el más poronga (quedar bajo la protección de algún capo) y tomar pajarito (un alcohol hecho con la fermentación de la tinta de los
diarios). Afuera estarán las familias que en un principio sufrieron por la
elección de su cría y con las “entradas” aprendieron lenguaje y estrategia
legales, le tomaron bronca a la yuta y como Sabina Sotello, la madre del
“frente” Vital, se volverán referentes de las primerizas en esto de ser madre
de pibe chorro.
Los rituales de la villa
tendrán varios templos. Uno será el boliche “Tropitango” donde la cumbia
quebrará caderas y fundirá pasiones de esas que duelen. Y duelen porque las
pibas cuando las cagan, cagan a trompadas. El otro templo será el rancho de
Magda, la mae umbanda. Cristian Alarcón no solo presenciará estos rituales,
sino que será aconsejado por “la africana”, la entidad que posee a esta madre
de chorros haciéndola hablar un raro portuñol. Habrá pedidos de material para
ofrendar (en su mayoría robado) Magda aclara que trabaja con fuerzas “blancas”.
El libro nos para en la otra
vereda, la que no está asfaltada. El acierto del cronista es que no solo cuenta
sino que vive, acompaña, llora las muertes y llega a tener miedo cuando junto
al fotógrafo tienen que refugiarse de una balacera. Los muestra no como pibes
chorros sino como humanos que aman, sufren, zafan, se rescatan, consumen y
mueren. Esta es una historia de Robin Hoods con llantas (zapatillas), chaleco y chomba de punta en blanco.
Terminada la lectura me siento más cercano a ese “otro mundo”. Ahora tendré que
ver qué voy a pensar la próxima vez que me metan caño: si estoy ante un “pibe
chorro arruinado por la realidad social” o ante un “pendejo de mierda que ojalá
lo mate la cana”.
Lucas Gutiérrez
Es un librazo. Lo leí hace años, cuando trabajaba para un Programa con chicos de la calle, en el Ministerio de Educación del GCBA. Super recomendable!!!
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