Lo primero que impacta de El violento oficio de escribir, prolija y documentada
recopilación de artículos periodísticos de Rodolfo Walsh a cargo de Daniel Link
es la amplia y diferente temática que el escritor desarrolló, siempre con un
estilo literario muy pulido y siempre meticulosamente
documentado. El libro está ordenado en forma cronológica, lo que permite seguir el derrotero ideológico de Walsh y
tener algunas claves para entender las razones de su compromiso político.
Hacia 1944 Rodolfo Walsh trabajaba como corrector de
pruebas y traductor de novelas policiales para la Editorial Hachette de Buenos
Aires. En 1953 compiló la antología Diez cuentos policiales argentinos, y publicó Variaciones en rojo, su primer libro, de
cuentos policiales. A partir de 1951 ingresó en el periodismo.
Comenzó en las revistas Leoplán y Vea y
Lea. La primera crónica
recopilada es sobre el escritor estadounidense Ambrose Bierce y su misteriosa muerte, como un
ejemplo de las notas sobre literatura y escritores que Walsh escribía para la
revista Leoplán entre 1953 y 1955. A
partir de la Revolución Libertadora, a la que adhiere por algunos años,
comienza con temas de interés general en la misma revista. Ejemplo de esta
adhesión es la crónica elegíaca sobre el
piloto de la aviación naval Eduardo Estivariz, camarada de armas de Carlos, el hermano de
Walsh, que cae combatiendo a las tropas leales a Perón cerca de Bahía Blanca.
En 1956, cuando en un café de La Plata alguien le dice:
"Hay un fusilado que vive" la frase desata en Walsh su inagotable
afán investigativo. Le atrae como periodista la existencia de un fusilado, le atrae
la posibilidad de convertirse en un periodista-detective Los descubrimientos
que va haciendo son como intersticios por los cuales se iba filtrando un rayo
de luz en su conciencia, que todavía no comprendía el drama social y la lucha de
clases que se estaba produciendo en la República Argentina. Es el punto de quiebre en el que
comienza su viraje político y el compromiso social que ya no abandonará.
A partir de la crónica “ Yo también fui un fusilado” , donde
cuenta la historia del obrero Juan Carlos Livraga, uno de los sobrevivientes de
la masacre de los basurales de José León Suárez en junio de 1956, Walsh cambia
su prosa. Es la primera de una serie que publicó durante los primeros meses de
1957 en la revista Revolución Nacional, y fueron el embrión de lo que iba a ser el libro Operación
Masacre. La crudeza con que va
describiendo las escenas de los fusilamientos, la contundencia de las pruebas y
testimonios, la condena al accionar de la policía bonaerense, van dejando atrás
al Walsh de las crónicas literarias.
Algunos de sus artículos “pasatistas”, que publica el Leoplán hasta 1959, como “Lenguaje universal cifrado”, “El fin de
los dirigibles” o “Los métodos del FBI”, los firma, quizás por pudor, con el
seudónimo Daniel Hernández ( protagonista de su libro Variaciones
en rojo ). Viaja a Cuba en 1959
como enviado de Leoplán y se integra a la
agencia de noticias Prensa Latina, recién fundada a instancias del Che por
Jorge Masetti. Esta experiencia marca el otro viraje en la mirada de la
realidad de Walsh. A partir de aquí, todas sus crónicas, cualquiera sea el
tema, incluyen los padecimientos de los postergados del sistema.
De regreso a Buenos Aires, comienza a publicar en las
revistas Panorama, Adán y Georama. Los yerbatales paralizados de Misiones durante el gobierno
de Illia, mientras se importaba yerba de Brasil; el leprosario de la Isla del
Cerrito, con sus estrecheces económicas y las miserias y heroicidades de sus
internados; Carnaval
Caté, sobre el carnaval de
Corrientes, con sus fastuosos trajes y las rivalidades entre las comparsas en el medio de
la gran inundación del 66 y el drama de los evacuados; las ciudades fantasmas
del Chaco y Santa Fe tras la retirada de la tristemente recordada compañía inglesa
La Forestal, la industria de la carne en el barrio de Mataderos, la generación
de la energía eléctrica en Buenos Aires, son algunos ejemplos de esta nueva
mirada donde pone al desnudo las diferencias de clase de la sociedad y la
violencia económica del sistema. En todas ellas resuelve la contradicción
aparente entre crónica periodística y prosa literaria .En sus escritos están
los documentos, los datos duros, los testimonios, pero también está el paisaje,
las descripciones intimistas, es decir la pluma literaria aplicada al
periodismo.
Las crónicas de Walsh tienen un tratamiento tal que raramente
es el cronista el personaje central; sólo aparece cuando el relato lo necesita.
Los protagonistas son los hacheros, los cazadores del Iberá, el foguista del absurdo tren que recorre los pueblitos de
Corrientes. Una de las primeras crónicas desde Cuba, relata como Walsh descifra
un mensaje encriptado que permite descubrir los planes de invasión de EEUU a
Cuba, con aliados de países de Centroamérica.
A partir de su vinculación con la CGT de los Argentinos que
dirigía Raimundo Ongaro, donde Walsh dirige
el periódico de la organización, comienza a desvincularse de las notas de interés
general y se dedica exclusivamente al periodismo político en el diario La
Opinión, las revistas Primera
Plana y Extra y más tarde en el diario Noticias, vocero oficioso de la organización Montoneros, fundado entre
otros por Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso.
En las crónicas destinadas al análisis de la lucha del
pueblo palestino, Walsh relata con crudeza el accionar de las fuerzas israelíes
contra las poblaciones civiles con el objetivo de desalojarlos de sus tierras y revela datos históricos fundamentales para la
comprensión de la problemática de Medio Oriente.
La recopilación cierra con la Carta Abierta de un escritor a
la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, un día antes de su asesinato por
parte de un grupo de tareas de la Marina. Toda una paradoja. Walsh, que en su
juventud soñaba con ser piloto naval, termina emboscado y muerto por la
Armada.
Susy Estévez
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