Enrique Raab no nació
en Argentina, pero lo desaparecieron acá. Le robaron el tiempo. Todo el que tenía por delante: tachado. A él,
que trabajaba con el tiempo. Que lo hacía suyo y de otros. Que lo narraba.
Escribo este artículo
el día dónde se “festejan” treinta años
de democracia. Releo las Crónicas
Ejemplares de Raab a exactamente tres décadas del final del horror que le dio
muerte. No es posible evadir cierta perplejidad al encontrar en sus crónicas
una fotografía de la sociedad antes del horror. Así lo entendió también Ana
Basualdo al subtitular el libro que compila: Diez años de periodismo antes del horror. El tiempo y sus números insistentes
rodean la lectura: diez años antes, treinta años después.
¿A dónde nos conducen
los escritos de Raab hoy? ¿Qué nos dicen acerca de nuestro tiempo? Más allá de
la nostalgia de preciosismo y precisión
con que escribe, traza en el lector vectores de tiempo no lineales sino
circulares. Sus crónicas van desde la pintura de la Revolución de los Claveles en
Portugal hasta el casino de Mar del Plata. Del teatro de Ibsen al cine de
Favio. De Porcelandia a Roa Bastos o Borges. No nos priva del estremecedor
relato de la Plaza de Mayo dónde se escuchó: “No queremos carnaval, asamblea popular”. Enrique Raab nos aleja con
su escritura de las mentirosas líneas de tiempo para pensar los movimientos
sociales como un entramado de símbolos en disputa. Las imágenes que decide rescatar
de Plaza de Mayo tanto en su crónica de octubre del 73 como en las de mayo del
74 y junio del 75 son un ejemplo de esa
lucha simbólica y política.
Cada crónica de Raab es
un guiño del tiempo a su pluma. Una pluma que baila al compás de la cultura de
los años 70. Como los granos de arena de un reloj, sus crónicas se van acumulando en la montaña
de la historia que hoy se intenta reconstruir sin tanta honestidad como la que
él profesaba.
Ana Basualdo escribe un
prólogo abierto a las voces de quienes conocieron a Raab, emulando cierto tono
del cine documental. Su curaduría es
circular también. El libro está divido temática y no cronológicamente: Portugal, Mar del Plata, Punta del Este,
Plaza de Mayo, Posadas, Ciudad y cultura, Tres escenas porteñas, Libros, Cine,
Teatro, Televisión, Tita Merello, Manuel Mujica Lainez y Bertrand Russell, son los capítulos.
Hay que agregar algo
que, infiero, le sorprendería a Raab. Sus crónicas respetan intelectualmente al
lector. Nunca permite que uno de sus
escritos no sea profundo. En la crónica titulada El Gran Porcel, perteneciente al capítulo Televisión, busca (como una aguja en un pajar) una idea o reflexión
de Porcel acerca de su éxito, y encuentra, como él lo llama, un chispazo nada
más. No pudiendo permitir que su crónica caiga en el mismo nivel del
pensamiento del cómico, se hace de Breton para explicarlo y concluye con una
reflexión acerca de la sociedad.
Enrique Raab nació en
Viena. Llegó con su familia a la Argentina a los 6 años, huyendo de Hitler.
Entre los que entienden de esto su nombre es sinónimo de la máxima lucidez
periodística de las décadas de los 60 y 70. Sus restos no están ni acá ni en
Austria ni en ningún lado. Raab está desaparecido. Su tiempo no, porque como
buen cómplice nos devuelve estas crónicas para pensarnos hoy. Más que festejar
este día, podríamos celebrar que Enrique Raab escribió y que hoy podemos
leerlo.
Gabriela Borrelli Azara
Me parece genial la metáfora del reloj de arena; cómo se acumulan las crónicas en un montoncito de retratos del tiempo. Creo que en general está muy logrado el simbolismo para referirse a la obra del autor. La reseña me produjo hondo interés en leer más sobre Raab,
ResponderEliminarEnrique Raab y Ana Basualdo a través de las observaciones de Gabriela B Azara forman un universo 3D donde todos tienen su posta, logro e incógnita. Coincido con Patricio en quedarme con ganas de leer más del material de Raab, y agrego que Basualdo y Azara no pierden protagonismo, sino que adquieren un lugar que converge en un punto de partida de gran interés.
ResponderEliminar¿Alguien escribió una biografía sobre Raab? Si nadie la escribió, alguien debiera escribirla...
ResponderEliminarGabriela: como siempre tus crónicas me despiertan el interés por conocer más del tema. A mi también me encantó lo del reloj de arena. En cuanto a tu reflexión final, creo que podemos festejar las dos cosas, sobre todo hoy que los responsables de ese horror están siendo juzgados,que la inmensa mayoría de nuestro pueblo los repudia, y que no pudieron ni pueden volver pese al deseo de los de siempre.Susy Estevez
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